«Guerra a la guerra»: la Conferencia de Mujeres Socialistas de 1915

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora recuerda la masacre de 129 trabajadoras en huelga de la fábrica Cotton Textile Factory de Nueva York, asesinadas por el propietario que cerró con candados la planta y la incendió, el 8 de marzo de 1908. Fue Clara Zetkin, por entonces Secretaria de la Internacional Socialista de Mujeres, la que propuso en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910 en Copenhague, la conmemoración de aquel crimen patronal. A propuesta suya también, en marzo de 1915, la Conferencia Internacional de Mujeres contra la Guerra adoptó en Berna esta resolución contra la guerra, conocida popularmente como «Guerra a la guerra». Antes que Zimmerwald y Kienthal, aquella Conferencia fue la primera acción de envergadura organizada por los grupos socialistas antiguerra desde que, con la votación por la bancada socialdemocrata alemana del presupuesto de guerra en agosto de 1914, se iniciara la Primera Guerra y con ella la bancarrota de la II Internacional. Junto a Zetkin, participaron de la Conferencia Rosa Luxemburgo (Polonia- Alemania), Nadezna Krupskaya y Alejandra Kollontai (Rusia), Inessa Armand (Francia) y Silvia Pankhurst (Gran Bretaña), entre otras mujeres socialistas que, a partir de la revolución bolchevique, tomarían partido por el naciente movimiento comunista y serían protagonistas de la construcción de la III Internacional. Mientras el capitalismo imperialista nos impone una nueva carnicería de consecuencias impredecibles, este texto, que conserva toda la potencia subversiva con que fue redactado, nos sigue convocando a convertir la guerra en revolución de los oprimidos del mundo.

Resolución de la Conferencia Extraordinaria de la Internacional de Mujeres Socialistas, redactada por Clara Zetkin/

La Conferencia Extraordinaria de Mujeres Socialistas, reunida en Berna los días 26, 27 y 28 de marzo, y a la que asisten camaradas activas de Alemania, Francia, Inglaterra, Rusia, Polonia, Italia, Holanda y Suiza, declara que:

La actual guerra mundial hunde sus raíces en el imperialismo capitalista. Que fue provocada, finalmente, por las exigencias de los explotadores y clases gobernantes de los diferentes países que, en una lucha competitiva entre sí, se esfuerzan en extender su explotación y dominación más allá de las fronteras de sus propios estados. Al mismo tiempo, fortalecen y establecen permanentemente su explotación y dominación sobre sus compatriotas desposeídos de propiedad. Los intereses financieros internacionales (las grandes industrias de armamento) están continuamente influyendo en las clases propietarias como una particular amenaza de peligro de guerra y de la misma guerra. Esos intereses explotan a las naciones llevando a los estados a una competencia armamentista.

La historia establecerá la tremenda responsabilidad del estallido de la guerra que recae sobre los gobiernos y la diplomacia de varias grandes potencias. Durante ocho meses, la guerra mundial ha destruido cantidades inconmensurables e inestimables de valores culturales, y ha causado innumerables sacrificios de vidas humanas. Ha pisoteado y deshonrado los más altos logros de la civilización, los más sublimes ideales de la humanidad. Desde su estallido, ha violado el derecho internacional. Esto merece ser condenado, ya que ha sido perjudicial para la pequeña y neutral Bélgica. Por fin, amenaza con hacer sangrar a los pueblos que participan en la guerra y causar su completo agotamiento económico. Amenaza con paralizar durante mucho tiempo a las fuerzas socialistas, portadoras del progreso histórico.

Sobre todo, la guerra mundial se opone irreconciliablemente a los intereses de las clases trabajadoras de los países beligerantes y neutrales de Europa y del mundo entero. Bajo la engañosa consigna de preservar los intereses de la patria mediante el cumplimiento patriótico del deber, desperdicia la propiedad y la sangre del pueblo trabajador y, para alcanzar los objetivos del imperialismo capitalista, exige la energía del pueblo trabajador, su voluntad de sacrificio y su capacidad de lucha. Así, pone las mejores fuerzas proletarias al servicio de las clases explotadoras y dominantes.

Bajo la misma consigna, la guerra mundial une nacionalmente a los trabajadores de los países beligerantes con sus explotadores y amos y los separa internacionalmente de sus hermanos, los proletarios de la otra parte de la frontera. En lugar de la lucha de clases de los trabajadores por el mejoramiento de sus condiciones y por su liberación definitiva, pone la “paz civil” nacional; en lugar de la solidaridad internacional, pone la matanza fratricida internacional. Separa a los pueblos no sólo por los torrentes de sangre que fluyen de los campos de batalla, sino también por los sucios torrentes de odio, engreimiento, calumnia e indignación.

Se ha extendido una actitud chovinista que deshonra a la patria en lugar de contribuir a su honor mediante un reconocimiento sin prejuicios de los logros culturales de otras naciones. A través de todo esto, la guerra mundial paraliza y corrompe nacionalmente la lucha de clases de los trabajadores y dificulta su avance internacional contra su peor enemigo, el orden capitalista. Impide a la clase obrera llevar a cabo su gran misión histórica: la liberación del proletariado como logro de los proletarios unidos de todos los países.

Clara Zetkin

A partir de estas consideraciones, la Conferencia Extraordinaria de Mujeres Socialistas declara la guerra a esta guerra. Exige el cese inmediato de esta monstruosa lucha entre los pueblos. Exige una paz sin anexiones ni conquistas, una paz que reconozca el derecho a la autodeterminación y a la independencia de los pueblos y nacionalidades (incluidos los pequeños) y que no imponga condiciones humillantes e intolerables a ninguno de los estados beligerantes. Esta paz sería una premisa para la liberación del proletariado de los países beligerantes del yugo del nacionalismo. Ayudaría a los partidos socialistas y a las organizaciones sindicales a recuperar completamente su libertad de acción para la lucha de clases y como vanguardia de las masas trabajadoras, con un claro propósito de unir a estas masas en torno a la bandera del socialismo internacional.

Esta Conferencia Extraordinaria de Mujeres Socialistas está convencida de que un pronto cese de la guerra mundial sólo puede ser impuesto por la clara e inquebrantable voluntad de las propias masas populares de los países beligerantes. Este cese contará con el apoyo activo y unánime de los socialistas y los proletarios de los estados neutrales. Es el deber más sagrado de las mujeres socialistas, especialmente de las mujeres trabajadoras, dirigir la lucha por la paz con valentía, con voluntad de sacrificio y con el deseo de paz que nace del profundo dolor causado por la guerra, y proclamar este deseo como una clara y consciente voluntad de paz.

La conferencia de mujeres insta pues, a las mujeres socialistas y proletarias de todos los países, a que, sin temor a los obstáculos y a las persecuciones anteriores, no pierdan ni el tiempo ni la oportunidad de utilizar todos los medios disponibles para proclamar, mediante manifestaciones masivas de todo tipo, su solidaridad y conciencia internacional y su voluntad de paz. Esta guerra señala a las mujeres un papel histórico en la lucha por la paz, que cuando se entienda y se lleve a cabo tendrá gran importancia para el sufragio femenino y el éxito del socialismo.

La conferencia de mujeres, reunida en estos momentos tan agitados, ha demostrado que, para el logro de un objetivo, las mujeres socialistas de todos los países, especialmente de los países beligerantes, están unidas en la vieja fidelidad fraternal y en el reconocimiento de una gran solidaridad y el deber de una voluntad y acción unificadas. La conferencia confía en que las mujeres proletarias de todos los países se unan de forma unánime en apoyo a la acción
internacional por la paz. Al hacerlo, actuarán en el espíritu de los congresos internacionales de Stuttgart, Copenhague y Basilea, que por decisiones unánimes han establecido como deber de los partidos socialistas de todos los países lo siguiente:

“En caso de que a pesar de todo estalle la guerra, es su obligación intervenir a fin de ponerle término en seguida, y con toda su fuerza aprovechar la crisis económica y política creada por la guerra para agitar los estratos más profundos del pueblo y precipitar la caída de la dominación capitalista.”*

La conferencia de mujeres confía, por tanto, en que los partidos socialistas de todos los países se encarguen de liderar a los pueblos en su lucha por la paz de forma rápida, decidida y con un objetivo claro. La acción por la paz de las mujeres socialistas debe ser la precursora de un movimiento general de las masas trabajadoras destinado a poner fin a la matanza fratricida.

Debe significar un importante paso adelante hacia la restauración de la Internacional Obrera.

* Resolución del Congreso de Stuttgart (1907) de la II Internacional, conocida como «enmienda Luxemburgo- Lenin» (NdeEF).

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