«Los bluffs de Trump», por Leonardo Del Plá

¿Qué hay detrás de las pintorescas declaraciones del flamante presidente Donald Trump sobre Canadá, Groenlandia y el Golfo de México? Un análisis de los propósitos políticos que persigue la narrativa «disruptiva» de la nueva ultraderecha.

Por Leonardo Del Plá/

Cuál si fuera una entrada en calor previa a sentarse a la mesa de poker del poder mundial, Donald Trump ha disparado una andanada de bluffs en todas direcciones, creando una antesala de película con todos los ojos de la economía y la política puestos en el país del norte ante un 2025 más plagado de incertidumbres que de certezas.

En las semanas previas a la asunción Trump se ha despachado con declaraciones cuya puesta en práctica implicaría la reforma, por lo menos, del mapa del norte del globo. Cuestiones tan sencillas e inocentes como anexar Canadá, Groenlandia y cambiarle el nombre nada menos que al varias veces centenario Golfo de México. La primera vez tal vez causa gracia, una segunda vez llama la atención, a partir de la tercera todo nos empezamos a preguntar si es que este hombre está hablando en serio, y ya hemos sido arrastrados a discutir esa agenda…

Es que la nueva derecha impone su agenda mediante una estrategia narrativa cuyo primer paso es instalar cuestiones que a primera vista suenan descabelladas pero que, con el apoyo de las redes y los medios masivos de comunicación, logran posicionarse como temas de debate actual y real, estableciendo las bases de futuras pulseadas de poder. Sin importar cuan descabellado sea el contenido, este se instala simplemente por la vía de la repetición. Como dice el dicho ‘miente miente, que algo quedara’…

Canadá estado 51

Entonces, nos encontramos discutiendo si es que EEUU puede realmente incorporar a Canadá como su quincuagésimo primer estado ha partir del único argumento que ha dado Trump para justificar su disparatada propuesta: ‘Subsidiamos a Canada con 100 billones al año, debería ser nuestro estado 51’

La cifra más cercana para intentar justificar esta afirmación tiene que ver con la balanza de comercial entre ambos países. Actualmente es una cifra cercana a los U$S 100 billones (unos 80 para acercarnos mas a la realidad) si se toma en cuenta solo el intercambio de productos. Una vez que a esto se le incluye el intercambio de servicios que Canadá consume de EEUU, la cifra se reduce drásticamente a la mitad, cercana a un déficit comercial de U$S 40 billones. Si tenemos en cuenta que EEUU tiene casi 8 veces mas consumidores que Canadá y que además es el país con mayor acumulación de riqueza en el mundo, este déficit de la balanza comercial no resulta tan significativo. De hecho, comparado con los déficit comerciales que tiene con otros países del globo, Canadá casi ni entra en el top 10. Con China, México, la Union Europea, Alemania, Japón, Italia, India, entre otros, EEUU tiene un déficit mucho mayor que con su vecino del Norte. ¿Qué busca entonces con estas declaraciones Donald Trump?

Sin duda está planteada una pulseada de negociación que sí tiene que ver con el intercambio entre ambos países, pero que tiene un punto clave: el crudo, y no nos referimos al jamón. Canadá se encuentra a la cabeza del ranking de países de los cuales EEUU importa petróleo; el 60% de sus importaciones de crudo es aportado por los canadienses. Lo que ocurre es que Trump no puede darse el lujo de desviar esas importaciones y salir a buscar otros postores sin un altísimo costo económico.

Pero además, y mas allá de las obvias condiciones geográficas que hacen más viable este intercambio, sumado a las megatuberias que transportan el producto directamente de la tierra del hockey, hay una razón fundamental por la cual se elige el crudo canadiense: la mayor parte de la industria del combustible norteamericana esta diseñada para procesar este tipo de crudo y no el que se produce en suelo estadounidense. Y el cambio en la industria seria demasiado costoso como para siquiera considerarlo, sin mencionar el hecho de que atentaría contra las decenas de miles de empleos que este intercambio genera y mantiene en suelo norteamericano.

Dentro de esta misma línea Trump también destacó que EEUU no necesita importar vehículos fabricados en Canadá, ni su madera, ni otros insumos que podrían ser explotados en su propio país. Es pura muestra de músculo financiero para futuras negociaciones comerciales, dejando también en claro que su potencia militar y el gasto propio en defensa protege también las fronteras canadienses, como si los amables habitantes del extremo norte tuvieran opción. Esto ultimo lo impone la geografía y no la voluntad altruista del gobierno norteamericano.

De fondo, lo que ocurre es que Trump sabe que los lazos comerciales de Canada, si bien están atados principalmente a la economía e industria estadounidense, atraviesan un proceso de diversificación en el que viene creciendo la participación de un ya reconocido aliado comercial canadiense: China.

‘Vamos a anexar Groenlandia’

Los daneses deben haber quedado perplejos al ver los titulares mundiales replicando las livianas palabras de Donald. Es que la idea de adueñarse de tamaño pedazo de tierra tiene mas bien fines estratégicos que de ocupación territorial. Para EEUU no debería ser difícil cooptar el beneplácito de los 60.000 habitantes de la enorme isla, para aceptar un padrinazgo de posibles inversiones y mejoras en las condiciones de vida invadiendo con dinero yanki a una población que poco tiene que ver con Dinamarca.

El tema pasa por 2 cuestiones: Las posibles riquezas minerales y petrolíferas por explorar, y el dominio de las rutas marítimas del Ártico. En la medida en la que las condiciones climáticas empeoran en el resto del mundo por el calentamiento global, en el polo norte van “mejorando”, y estos intereses caen como un dardo obvio sobre el mapa de la vasta tierra danesa, y principalmente es esta misma razón climática la que va paulatinamente facilitando el tránsito de rutas marítimas comerciales por el Ártico.

El control de las rutas comerciales internacionales esta sin duda en la agenda de los poderes imperialistas, y Trump se delata con facilidad, habiendo sumado a sus declaraciones sobre Groenlandia las afirmaciones sobre que el canal de Panamá prácticamente les pertenece junto al pintoresco planteo de cambiarle el nombre al Golfo de México. Controladas por Rusia en su mayor parte, las rutas del Ártico van abriendo una vía menos problemática a China y sus mercaderías para llegar a Europa y el Atlántico sin tener que andar pidiendo permiso por los canales de Suez ni de Panamá.

El “Golfo de América”

Al inmediato vecino del sur también le ha mostrado los dientes en términos comerciales, amenazando con el retiro del capital estadounidense en suelo mexicano que, en los últimos años, viene apuntalando el crecimiento industrial del país hispano. En la guerra planteada contra la inmigración que Trump promueve, México juega el rol fundamental de ser el tapón de las oleadas migratorias de centro y sur América hacia EEUU. Y cabe destacar la particular elección de Trump para su embajador en suelo mexicano: Ron D. Johnson, un ex boina verde, involucrado con la CIA, quien tiene en su prontuario estar asociado en el entrenamiento de milicias contrarrevolucionarias en centroamérica (El Salvador, Panamá), básicamente un especialista en embarrar la cancha y desestabilizar países enteros. Cabe preguntarse qué tipo de intervención pretende instalar el nuevo gobierno con semejante representante…

Tanto foco hacia la política exterior contrasta con la falta de anuncios para la población norteamericana, los cuales parecen haberse agotado luego de ganar las elecciones. La única mención acerca de cuestiones que interesan al pueblo trabajador tuvo que ver con los trabajadores migrantes especializados y sus visas de trabajo H1B, en un enfrentamiento entre extremos derechistas seguidores de Trump, quienes se enfrentaron paradójicamente con el poderoso aliado Mr. Musk. Beneficiario principal de la mano de obra especializada inmigrante a bajo costo para sus diversas industrias, Musk salió a decir que estos trabajadores son necesarios, luego de haber hecho una campaña electoral ferozmente xenófoba contra la inmigración previo a los comicios del pasado Noviembre. Las declaraciones de Elon desataron al ira de las bases trumpistas, pletóricas de racismo y xenofobia, de Make América Great Again (MAGA).

En fin, en un mundo que camina en línea recta a un ‘sálvese quien pueda’, EEUU parece estar cambiando su política de ‘América primero’ por una de ‘América solamente’, y los demás tendrán que arreglarse. Pero así como las internas de intereses de los sectores que apoyaron a Trump en su campaña comenzaran a amontonarse, las contradicciones del capitalismo a nivel mundial se amontonan también.