Pietro Basso: «Sólo la revolución proletaria puede detener las guerras del capital»

Profesor de Sociología y director del Máster en Inmigración de la Universidad de Venecia, Pietro Basso es además dirigente de la Tendencia Internacionalista Revolucionaria de Italia. En esta entrevista repasamos cuestiones estructurales del capitalismo actual así como los principales temas que hacen al panorama internacional: el impacto de la cuestión migratoria en la conformación de la clase obrera, las luchas contra la política de inmigración de Trump y la victoria de Mamdani en las primarias demócratas de Nueva York, el ataque de EEUU a Irán y la tendencia hacia una guerra global y, por supuesto, la lucha por la independencia de Palestina.

Entrevista de Luis Brunetto para Estación Finlandia/

Estación Finlandia: Aunque propuso votar afirmativamente, la organización de la que formas parte, la Tendencia Internacionalista Revolucionaria, se ha mostrado crítica y escéptica respecto al reciente plebiscito en Italia sobre cuestiones laborales promovido por la CGIL y la centroizquierda: ¿qué balance hacen del resultado?

Pietro Basso: Hemos sido críticos por dos razones. La primera es que el referéndum, al otorgar el derecho de voto a todos los ciudadanos, convoca a decidir sobre la condición de los proletarios y de las proletarias a todas las clases sociales, comenzando por la clase que explota el trabajo asalariado. En Italia, esta clase es muy extensa: hay más de 3 millones de pequeños y pequeñísimos empresarios que sólo pueden enriquecerse a expensas de la superexplotación del trabajo y la negación de los derechos de los obreros y asalariados. No es casualidad, además, que todos los referendos anteriores en materia laboral hayan sido ganados por el frente patronal, incluso en años en los que la conflictividad obrera era mucho más alta que ahora. La segunda: las cinco preguntas del referéndum eran todo menos que radicales. Si se hubieran aprobado todos, solo habría habido una recuperación parcial de los derechos recortados por la llamada Jobs Act, una ley que liberalizó los despidos, promulgada en 2015 por el gobierno de Renzi del Partido Demócrata. Por lo tanto, la promoción del referéndum ha sido más un anuncio electoral de la centro-izquierda, el Partido Demócrata y sus aliados, que una expresión de una fuerte voluntad de restablecer los derechos recortados: ¡justamente por el mismo PD! Por eso hicimos la pregunta: ¿el referéndum será una herramienta de recuperación de la iniciativa obrera o será, en cambio, un boomerang? Aunque consideramos más probable el efecto boomerang, encontramos útil invitar a votar afirmativamente, especialmente para mantener abierto el diálogo con los trabajadores y trabajadoras más conscientes de la CGIL.

Sin embargo, como era de esperar, dado el silencio impuesto por los grandes medios de comunicación, la invitación de los partidos del gobierno a no acudir a votar y la escasa actividad de los Comités del Referéndum en los centros de trabajo y en las calles, solo votó el 30% de los que tienen derecho a voto, 12,1 millones; por lo tanto, todas las preguntas fueron rechazadas porque se necesitaba al menos el 50% más uno para que el resultado del referéndum fuera válido. Por supuesto, el gobierno de Meloni, la derecha y el frente patronal aprovecharon esto para atacar a las burocracias sindicales y políticas de centroizquierda, acusándolas de querer volver atrás en la historia (!!) y de estar desconectadas de los trabajadores, que en cambio son más modernos que ellos y más dispuestos a aceptar las leyes de la flexibilidad y el mercado (!!). Para nosotros, fue la confirmación de que el proletariado puede volver a ponerse de pie en Italia exclusivamente mediante la reanudación de luchas a gran escala, tanto a nivel sindical como a nivel político, cada vez más decisivas en una fase histórica marcada por la carrera hacia el rearme, hacia la economía de guerra y hacia la guerra misma.

EF: ¿Qué papel juegan la CGIL y la burocracia sindical en Italia? ¿Cuál es el peso del SI COBAS y cuál es la perspectiva de desarrollo de un sindicalismo combativo?

PB: Las burocracias sindicales que están a la cabeza de la CGIL, la CISL y la UIL están ahora completamente integradas en las instituciones estatales y en la defensa de la economía nacional, así como de la rentabilidad de las empresas individuales. En esta integración al Estado, la CISL, que es el sindicato nacido en abril de 1950 por iniciativa de la Democracia Cristiana, la Iglesia católica y los sindicatos estadounidenses, ha trazado el camino que posteriormente, en un proceso largo y contradictorio, también han seguido la UIL, un sindicato impulsado por el PSI y el PSDI, y la CGIL. Sin embargo, no se trata solo de los líderes nacionales: este proceso también ha involucrado a las estructuras regionales, provinciales, municipales y, en muchos casos, empresariales. Dado que son aparatos que solo pueden ser efectivos si cuentan con el apoyo de la clase obrera, sus miembros aún deben plantear reivindicaciones que conciernen a los 5 millones de obreros y a los más de 10 millones de asalariados, pero cada vez más su acción se caracteriza por amenazar con la lucha pero sin realizar nunca acciones reales de lucha, y mucho menos poner en práctica una estrategia de lucha de amplio alcance. No es casualidad que Italia sea, junto con Grecia, el único país de la Unión Europea donde el poder adquisitivo de los salarios ha disminuido en los últimos 30 años.

La integración de estas burocracias en el Estado (¡y en el capital!) se produce mediante la delegación casi exclusiva y bien remunerada de algunas funciones fiscales y de patronazgo, la participación en el Consejo Nacional de Economía y Trabajo (CNEL), que es un órgano consultivo del gobierno, el ingreso de muchos líderes sindicales en los consejos municipales, provinciales y regionales, en los parlamentos nacional y europeo, la participación con las asociaciones de empleadores en las llamadas «entidades mixtas» que proporcionan complementos salariales en la construcción, la agricultura, etc., la presencia en los consejos de administración de organismos públicos y fondos de pensiones, etc. Una red de relaciones muy densa, a la que evidentemente se suman las actividades privadas de muchos dirigentes individuales o exdirectivos de CGIL, CISL, UIL, por ejemplo en la fundación y gestión de cooperativas dentro del sistema de contratos y subcontratos que tiene una enorme extensión en Italia. Hay unas 60 mil cooperativas, con dos millones de socios-empleados. La extensión de estas relaciones ha facilitado, por una parte, la profunda asunción de la ideología legalista estatal, nacionalista y directamente capitalista, por otra parte ha provocado un relajamiento de las relaciones con la masa de trabajadores y asalariados, especialmente aquellos pertenecientes a las generaciones más jóvenes que, en masa, desertan de las organizaciones sindicales. Sin embargo, salvo en la logística y el transporte ferroviario y local, la CGIL-CISL-UIL siguen manteniendo un monopolio de facto en la representación, y por esta razón, de una forma u otra, millones de trabajadores se ven obligados a relacionarse con estas organizaciones sindicales.

Pero sería autoengañoso ver una burocracia totalmente aburguesada, y una clase obrera/proletariado siempre dispuesta a luchar, frenada/o solo por las «burocracias sindicales traidoras». No es así en absoluto. Luego de medio siglo de políticas «neoliberales» se ha producido una drástica reducción de la clase obrera más concentrada principalmente en los centros industriales históricos de Turín, Milán, Génova y Marghera; la demolición de todos los mecanismos que unificaban a los diferentes sectores de la clase proletaria resultado de las luchas del ‘68; una fuerte precariedad estructural del trabajo; una caída vertical de la tasa de sindicalización; y, por último, pero no menos importante, una penetración sin precedentes de la ideología de la competencia y del «arreglárselas solo», individualmente, que ha corroído profundamente la propia conciencia reformista. El número de huelgas obreras, y no solo obreras, se ha desplomado literalmente, hasta el punto de que el Instituto Central de Estadística (ISTAT) ya no lleva estadísticas sobre huelgas. Se puede decir que las estructuras del viejo movimiento obrero se han descompuesto, en primer lugar su columna vertebral política: el PCI, el partido estalinista más grande y poderoso de Europa Occidental, ha desaparecido por completo.

En el panorama de la combatividad de los trabajadores pobres y proletarios de los últimos veinte o treinta años, SI Cobas constituye una excepción. Una excepción limitada, esencialmente, a la logística, aunque también está presente en sectores terciarios como la hotelería y la limpieza. Es en los almacenes logísticos, primero entre los porteadores y luego entre los conductores, donde SI Cobas se ha arraigado, principalmente en el norte de Italia, con sus bastiones en Lombardía y Emilia-Romaña, pero también con presencia en Piemonte, Liguria, Campania y Lacio. Se trata de un sindicato que agrupa entre 20 y 25.000 trabajadores y está compuesto por un 80-90% de trabajadores inmigrantes de más de 30 nacionalidades diferentes, que ha luchado durante 15 años contra la sobreexplotación existente en la maraña de contratos y subcontratos en los almacenes logísticos. Los resultados materiales obtenidos han sido significativos, totalmente en contradicción con la experiencia del proletariado restante, especialmente en materia salarial: en 15 años de lucha, los salarios se han duplicado, en algunos casos casi triplicado. Un segundo resultado importante es la introducción de la «cláusula social», es decir, el derecho de los trabajadore en caso de cambio de contrato, frecuente en los almacenes, a conservar todos los derechos adquiridos. Pero quizás el resultado más significativo de todos fue la transición de la dispersión de los trabajadores a su organización en almacenes, con asambleas frecuentes, elecciones de delegados, defensa colectiva de los afectados en base al principio de que «si tocan a uno nos tocan a todos», y la práctica de piquetes obreros, a los que también contribuyeron mucha gente solidaria. SI Cobas fue también el primer sindicato que, en logística, reclamó el fin del sistema esclavista y precario de contratos y subcontratos, aunque con el paso de los años ha relajado su insistencia en esta reivindicación, que en mi opinión es fundamental.

Pero, al menos en el período 2018-2024, el SI Cobas ha sido protagonista, o coprotagonista, cada vez más de acuerdo con los compañeros de la TIR, de iniciativas políticas de importancia nacional: contra los decretos de seguridad y toda la legislación contra las poblaciones inmigrantes, por la constitución de un frente de clase anticapitalista, contra el uso capitalista de la pandemia, por la agrupación de los trabajadores combativos en una sola asamblea nacional, y más recientemente, en las manifestaciones contra la guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina y la carrera armamentista, en una línea internacionalista. Esta enorme cantidad de luchas contra los patrones logísticos  que son casi siempre multinacionales como FedEx, Brt, Gls, Sda, DHL, etc. y actividades político-sindicales, repito: llevadas a cabo con una creciente colaboración con la TIR, han expuesto a SI Cobas a una serie de incesantes actos represivos y, en 2022, a un primer ataque frontal por parte de FedEx, que decidió cerrar un almacén en Piacenza, que era uno de los bastiones de SI Cobas. La policía y el poder judicial, en cambio, han operado, y operan, incesantemente por los flancos con denuncias, órdenes de expulsión, juicios e incluso verdaderos montajes judiciales.

Estos golpes, y el entorno social externo, caracterizado por una paz social sustancial, han puesto en apuros a SI Cobas, que ahora se encuentra a la defensiva. Pero yo creo que este sindicato también ha sido perjudicado por su propio éxito. Tanto porque el crecimiento en fuerza y autoridad, que se ha prolongado durante años, ha generado en algunos de sus líderes la perniciosa idea de la autosuficiencia y la absoluta centralidad de SI Cobas en toda iniciativa, incluso las puramente políticas. Tanto porque el poder de negociación adquirido ha significado que algunos de sus líderes provinciales, especialmente en Bolonia, han introducido, dentro de este sindicato combativo y sano, prácticas detestables de excesiva cercanía con supuestos «jefes amigos», a veces desplazando la lucha de las condiciones laborales al apoyo a la adjudicación de contratos a sus empresas. Finalmente, tras tan duras luchas y, a menudo, tan significativos resultados materiales, es comprensible que incluso entre la mayoría de los trabajadores de SI Cobas exista la aspiración a una nueva normalidad. A pesar de ello, SI Cobas sigue siendo un sindicato combativo, lamentablemente confinado principalmente al sector logístico, también porque su dirección no ha prestado suficiente atención a su expansión hacia los sectores metalúrgico, químico y portuario.

EF: ¿Cómo ha afectado el flujo migratorio a la composición de la clase trabajadora europea o a la de los propios Estados Unidos? ¿Cómo se relaciona la clase trabajadora tradicional con los trabajadores inmigrantes?

PB: El impacto de la inmigración en la clase trabajadora europea ha sido crucial. Ha sido una transformación verdaderamente trascendental, y describirla de forma concisa y adecuada es, francamente, imposible. Hace unos años reconstruí su historia en términos generales en un ensayo que escribimos junto con Fabio Perocco para la revista brasileña «Perspectiva», me permito referirme a ello para un análisis más amplio, limitándome a una única consideración sobre la actualidad.

Sin duda, el resultado global de la enorme inmigración que ha tenido lugar en las últimas ocho décadas hacia Europa Occidental (pero, es evidente, los movimientos migratorios dentro de Europa son muy anteriores) es el del nacimiento de un nuevo proletariado multinacional, multirracial, multicultural, muy diferente del proletariado que casi siempre ha existido «étnicamente» o nacionalmente homogéneo, en la Europa de hace un siglo. El país clave de Europa Occidental, que sigue siendo Alemania, tiene hoy un 30% de su población, y quizás más, de origen inmigrante, pero en todos los países europeos el componente inmigrante del proletariado está creciendo.

Esta nueva composición del proletariado europeo es, para toda burguesía, un obstáculo al proceso de movilización nacionalista en una fase histórica como esta, cada vez más marcada no solo por la competencia intercapitalista, sino por una verdadera carrera hacia el rearme y la guerra global. Por eso, desde hace algún tiempo, en casi todos los países europeos, entre los primeros Italia, se ha producido una verdadera guerra por parte de los gobiernos, de los medios de comunicación, de los partidos políticos, contra los inmigrantes, contra los proletarios inmigrantes, en nombre de la legalidad, de la identidad nacional, del rechazo al parasitismo: los inmigrantes son representados, de hecho, como naturalmente inclinados a la ilegalidad, personas que contaminan las costumbres y tradiciones de cada país, que tienden a vivir sin trabajar, a expensas de la sociedad «de acogida». Esta guerra propagandística y material ha justificado la construcción de campos de concentración incluso fuera de Europa Occidental, como en Libia o Albania, ha multiplicado las muertes en el mar Mediterráneo y a lo largo de las cada vez más peligrosas rutas migratorias de los Balcanes, y está alimentando las políticas de rechazo y expulsión en todas partes.

Se trata de una auténtica explosión de racismo de Estado, que a su vez se alimenta de un racismo doctrinal que en Europa tiene largas y desgraciadamente florecientes tradiciones, y que a su vez fomenta el racismo popular con todo tipo de mitos, disparates, manipulaciones y explotación, con efectos nada despreciables sobre las masas populares. En el reciente referéndum en Italia, por poner solo un ejemplo, una de las preguntas era: ¿está usted a favor de obtener la ciudadanía italiana tras 5 años de residencia en suelo italiano? Actualmente se requieren 10 años. Pues bien, un 35 % de los votantes, casi todos pertenecientes a partidos de centroizquierda, respondió: ¡no! En resumen, los inmigrantes son usados como chivos expiatorios de la inseguridad y el sufrimiento social que crece exponencialmente. El «mal» siempre viene de fuera de las fronteras nacionales…

Por eso, el contraste activo, organizado y sistemático de esta ofensiva, de esta verdadera guerra contra los inmigrantes, es una cuestión clave, al menos aquí en Italia y en Europa, para el renacimiento del movimiento proletario en su conjunto, como un movimiento autónomo de la clase dominante. El ataque cada vez más violento contra los proletarios inmigrantes forma parte de un ataque general contra toda la clase trabajadora. El juego sucio de las grandes potencias capitalistas consiste en explotar el ansia de trabajo de los emigrantes/inmigrantes y los desempleados/subempleados para devaluar y exprimir al máximo a toda la fuerza laboral, despojándola de sus «derechos adquiridos». Y explotar y alimentar los miedos, prejuicios y sentimientos nacionalistas de los trabajadores nativos para lanzarlos contra los inmigrantes y así dividir el potencial frente de clase unido. Quieren hacerla explotar en nuestro bando la bomba social que han creado al formar un proletariado multinacional. Debemos, a toda costa, devolvérsela, reaccionando a todos los golpes físicos, económicos, legislativos y mediáticos dirigidos contra los inmigrantes con solidaridad con los afectados, exigiendo un permiso de residencia indefinido válido en toda la UE para todos los inmigrantes presentes en ella, y luchando por la igualdad efectiva de derechos entre nativos e inmigrantes.

EF: ¿Qué importancia tienen las luchas que se libran en Estados Unidos contra la política migratoria de Trump?

PB: Sin duda tienen una gran importancia. En EEUU hay una larguísima historia de leyes y de abusos racistas contra los proletarios inmigrantes, que comienza en la segunda mitad del SXIX contra los trabajadores chinos. En esta historia también están profundamente implicados los demócratas. La política de Trump es una continuidad de esta tradición, y al mismo tiempo marca un salto cualitativo del racismo estatal por la brutalidad del lenguaje y de los métodos. Es el mismo presidente de los EEUU, no un asistente, quien califica a los inmigrantes indocumentados como criminales, locos, portadores de enfermedades y de violencia que han convertido a EEUU en un «vertedero». Es la ministra de seguridad nacional Kristi Noem, no una fanática anónima del KKK, quien se retrata impasible frente a inmigrantes arrestados encerrados enjaulados, mientras los fotógrafos estatales difunden imágenes de inmigrantes a deportar rapados al cero y encadenados como los esclavos negros del pasado. Lo más probable es que la «deportación masiva más grande en la historia de EEUU» no suceda. Trump difícilmente podrá batir el récord de deportaciones de Biden, porque el daño a la economía estadounidense sería demasiado grande, dado que los inmigrantes indocumentados son esenciales en la agricultura, la construcción, la limpieza, la jardinería, los puertos y en las contratas de muchas grandes empresas. ero el terrorismo propagandístico de Trump es real. Igualmente real es la construcción de campos de concentración en El Salvador y la deportación de miles o decenas de miles de inmigrantes. Los objetivos son muchos: los directamente afectados; luego todo el mundo de la inmigración; y toda la clase obrera, dado que el proletariado es un cuerpo unitario, aunque en este momento inconexo. La pandilla de Trump fomenta el odio contra los inmigrantes, por lo tanto, la división de la clase, y con la división siembra la impotencia. Al mismo tiempo, sin embargo, se desmorona ante el mundo entero un elemento fundamental del «sueño americano»: la capacidad de los Estados Unidos de integrar una masa ilimitada de inmigrantes provenientes de cualquier parte del mundo y brindarles oportunidades de éxito. La crisis de la primacía estadounidense en el mundo, a mi parecer irreversible, también se confirma en este ámbito. Aquí está la gran importancia, interna e internacional, de las luchas contra la agresión de Trump a los inmigrantes.

Estas luchas conectan con esa gran, grandísima historia de la historia del proletariado inmigrante en Estados Unidos, que comienza en Chicago el 1 de mayo de 1886 con la batalla por las 8 horas y luego atraviesa el siglo pasado, y ya ha tenido en el siglo XXI dos momentos apasionantes: el 1 de mayo de 2006 con la primera huelga internacional en los 50 estados de la Federación contra la ley Sensenbrenner, que involucró a millones de trabajadores y trabajadoras en enormes movilizaciones proletarias en más de 250 ciudades; el 25 de mayo de 2020 cuando estalló Black Lives Matter. Hasta la fecha, la respuesta para combatir la agresión trumpiana aún no ha alcanzado la amplitud y radicalidad de esos movimientos, pero sin duda es una movilización ascendente. Los tres pasajes clave fueron el 5 de abril; el 1° de mayo con 1.300 iniciativas de protesta con los lemas «Los trabajadores son más importantes que los multimillonarios» y «Manos fuera el 5 de abril»; la revuelta contra las redadas arbitrarias de Paramount a principios de junio, que luego se ampliará a Los Ángeles y muchas otras ciudades, para sofocar las cuales la administración Trump tuvo que recurrir a las tropas federales y a la alerta de los marines. «Una insurrección contra las leyes y la soberanía de Estados Unidos», así calificó la Casa Blanca a esta revuelta, señalando a los rebeldes como el enemigo interno a atacar sin piedad. Como ya había hecho antes, identificando como enemigos de los Estados Unidos a estudiantes como Mahmoud Khalil de la Universidad de Columbia. Aunque las violaciones más brutales de los derechos de los inmigrantes han ocurrido a menudo en los lugares de trabajo, en Paramount fue en un supermercado, hasta ahora han sido pocas las respuestas de huelga. Ha prevalecido sin duda la manifestación en la calle. Por este aspecto, hay que implicar a las burocracias sindicales que, casi por unanimidad a nivel federal, han apoyado la política de aranceles de Trump, y por lo tanto la declaración de guerra a los proletarios de todos los países. Este escandaloso colaboracionismo de matriz chovinista, que también ha involucrado a la nueva dirección de la UAW de Shawn Fain, ha frenado hasta ahora la protesta. Pero hay también un segundo elemento de perturbación para el desarrollo y la radicalización de la lucha contra la administración Trump: es la acción de los Demócratas Socialistas de América, y en particular de la pareja Bernie Sanders -Alexandra Ocasio-Cortez. Con su gira de autopromoción electoral, esta pareja de políticos empujan las protestas hacia el callejón sin salida de las elecciones de medio término, y el fortalecimiento en ellas del componente socialdemócrata del partido demócrata. Un componente que – casualmente – siempre termina por dar agua al establishment demócrata, y por lo tanto al imperialismo estadounidense y sus guerras infinitas contra los explotados y oprimidos de todo el mundo. La acción de DSA ha sido letal para vaciar y enviar a casa el movimiento de las mujeres del 99% en 2017, y luego para desmovilizar BLM.

EF: ¿Y cómo impactará en este proceso de luchas la victoria de Mamdani en las primarias demócratas de Nueva York?

PB: Casi con certeza la victoria de Zhoran Mamdani reforzará este peligro. En cambio, se necesitaría una extensión del movimiento contra las deportaciones y las brutalidades del ICE «fascista», según las protestas en las calles, su estrecha interconexión con las protestas en salud y educación contra los recortes del gasto público implementados por Musk antes de su despedida, y con las acciones de lucha de las mujeres afectadas por el asalto al derecho al aborto. Se necesitaría la construcción de una política de frente único de clase proyectada también a nivel internacional para unir las luchas en Estados Unidos con el resurgimiento del movimiento proletario en todo el mundo para hacer frente a la tendencia hacia una nueva guerra mundial. Como hemos afirmado tantas veces, el único verdadero antídoto a la carrera armamentista y a la guerra global intercapitalista es el máximo desarrollo, y la máxima radicalidad, de la lucha de clases dentro de los países imperialistas y las grandes potencias.

¡Por lo tanto, larga vida a las luchas de los proletarios y de los movimientos sociales estadounidenses contra el programa antiproletario del Trump 2.0!

EF: ¿Cómo se explica el impresionante apoyo de masas a la causa palestina entre las masas trabajadoras de Europa y en EEUU? 

PB: La causa de la liberación nacional y social del pueblo Palestino de la opresión del estado colonial sionista y sus grandes protectores EEUU y los estados europeos ha disfrutado de simpatías en Europa durante décadas. Pero en los últimos veinte meses esta causa se internacionaliza como nunca antes. Como señala la resolución aprobada por la Conferencia Internacionalista de Nápoles, «la extraordinaria demostración de valor, firmeza, dignidad, resistencia y organización mostrada por la población de Gaza ha hecho que la causa palestina, renaciendo cada vez de sus propias cenizas como el ave fénix, sea la patria de los oprimidos de todo el mundo. Como pueden ver incluso los ciegos voluntarios, Palestina no era «una tierra sin pueblo» para «un pueblo sin tierra». Era y es una tierra amada por el pueblo que la habitaba y por sus descendientes, que ahora están dispersos por los cuatro puntos cardinales de la región de Oriente Próximo y por el mundo entero, que no pueden olvidarla. Tras cien años de colonialismo, racismo, exterminio, fascismo «democrático» de los sionistas y sionismo-occidental, la resistencia palestina -a costa de sacrificios extremos- está en pie. Reavivada, «generación tras generación hasta la liberación», no bajo la protección de tal o cual Estado «amigo», ya que no tiene Estado amigo, sino por la simpatía y la solidaridad universal de la que goza entre la humanidad trabajadora, especialmente entre las jóvenes generaciones, en el mundo árabe, en los países de tradición islámica, y también en el mundo entero -incluidos los países occidentales que siguen siendo los principales protectores del Estado sionista.»

En Europa, las respuestas han sido de alcance desigual: enorme, realmente enorme, el movimiento de solidaridad en Gran Bretaña, y en particular en Londres, menos extenso, en cambio, en Italia y en otros países. Con un cierto retraso fue que se han podido llevar a cabo ataques contra la logística de guerra que apoya masivamente la máquina sionista de destrucción y muerte en Europa. Pero en los últimos tiempos han intervenido especialmente los trabajadores de los puertos, en Suecia, en Marsella, y aquí en Italia tomamos la iniciativa, junto con SI Cobas y otros compañeros, para bloquear, aunque solo por un día, los puertos de Génova y Salerno. 

Nunca antes el Estado supremacista religioso, racista, colonialista e imperialista de Israel y sus protectores occidentales habían sido tan deslegitimados y considerados, a nivel masivo, como entidades criminales, enemigos de la humanidad. Y dado que son pilares del orden capitalista global, es un hecho de enorme importancia política. Así como el sentimiento internacionalista que impregna estas movilizaciones es de enorme importancia. Cualquiera que todavía vea en el ondear de las banderas palestinas solo un mensaje nacional está completamente ciego. Pero, como bien sabemos, esta guerra de liberación nacional y social atraviesa un período de trágica dureza; aún no está ganada. Para ganarla en el plano material, y no solo en el moral, será necesaria una movilización proletaria y popular, tanto en el mundo árabe como en el mundo occidental, aún más decidida, radical y organizada.

EF: Hiciste referencia a la Conferencia Internacional de Nápoles en la que participaron varias organizaciones de la izquierda revolucionaria: ¿Qué distingue a este reagrupamiento de otros? ¿Qué balance hacen de la Conferencia? ¿Qué perspectivas se han trazado?

PB: Mi opinión, la nuestra, la de los camaradas de la TIR, es decididamente positiva. Hemos avanzado en el camino trazado el año pasado en Argentina con motivo del congreso del Partido Obrero, tanto en la profundización de la comparación entre las organizaciones participantes como en la cooperación en las iniciativas de lucha.

No fue fácil, ni estaba dado por sentado.

En primer lugar, porque el encuentro se realizó entre organizaciones como el Partido Obrero de Argentina, nuestra TIR de Italia, la Liberación Comunista de Grecia, el SEP de Turquía, el SWP de Gran Bretaña, el MLPD de Alemania, además de otros grupos, pertenecientes a diferentes matrices históricas. Y en segundo lugar, porque los grandes problemas políticos del momento que hemos estado enfrentando son divisivos, como lo fue, y muy profundamente, la guerra entre la OTAN y Rusia en Ucrania hace tres años, una verdadera divisoria de aguas entre el internacionalismo revolucionario coherente y el campismo prooccidental o pro ruso/chino.

El mismo día que comenzaba la Conferencia, estalló la guerra entre el eje Israel-Estados Unidos apoyado por Europa, e Irán, por iniciativa de la banda de Netanyahu, convencida de que también podían aspirar a un cambio de régimen en Irán, tras el indudablemente favorable resultado en Siria. Y también fue una prueba difícil para la presencia, por primera vez en este contexto de confrontación, del Partido Comunista de los Trabajadores de Irán-hekmatista, ya que se trataba de posicionarse sin peros contra la agresión imperialista-sionista contra el pueblo iraní, sin conceder nada, sin embargo, al régimen reaccionario de los ayatolás, exterminador de toda una generación de valientes militantes revolucionarios, opresor de la clase obrera, de las masas femeninas, de las minorías nacionales.

Pero no menos complejo y enriquecedor fue el debate sobre Palestina, sobre el plan Rearm Europe y la lucha contra él y contra la OTAN, sobre el auge de la derecha fascista en el mundo y cómo combatirla desde la línea del frente único de clase y no desde los frentes democrático o popular, experiencias históricas desastrosas. La Conferencia de Nápoles también aprobó una resolución específica sobre América Latina, cuyas clases trabajadoras se encuentran atrapadas entre la carrera hacia una nueva guerra mundial por la disputa cada vez más aguda entre Estados Unidos, China y Europa por el control y el saqueo de los recursos del continente y la explotación de su fuerza de trabajo, y los gobiernos antipopulares del hambre, de los cuales el gobierno de Milei es el emblema.

Las jornadas de la Conferencia Internacionalista, de las que también informó la prensa nacional, fueron intensas y constructivas jornadas de trabajo, animadas en la ciudad de Nápoles por las iniciativas de lucha del Movimiento de Desocupados 7 de Noviembre y la federación local de SI Cobas. Jornadas de trabajo que contaron con la participación, directa y virtual, de cientos de militantes, muchos de ellos jóvenes, y de trabajadores. Organizaciones de Grecia y Corea del Sur también participaron como observadores, mientras que desde Japón llegó un cálido saludo de solidaridad de los organizadores de la Gran Marcha contra la revisión de la Constitución y la preparación de la guerra contra China, celebrada el 14 de junio.

En su nota sobre la conferencia en «Prensa Obrera», Guillermo Kane alude acertadamente al espíritu de Zimmerwald, necesario para dar continuidad a la acción internacionalista contra una nueva guerra interimperialista. Una guerra cuyos bloques aún no están completamente conformados, pero que es absolutamente claro que tendrá como líderes de un lado a EEUU, del otro a China, las dos superpotencias capitalistas que se disputan el dominio del mercado mundial. El espíritu de Zimmerwald exige ahora que continúe el proceso de colaboración, debate y trabajo en común entre las grandes masas trabajadoras, iniciado hace tiempo.

El mensaje lanzado por la Conferencia de Nápoles es un claro mensaje de movilización revolucionaria: la carrera hacia una nueva guerra mundial apocalíptica puede ser detenida única y exclusivamente por el frente internacional e internacionalista de las masas explotadas y oprimidas de todo el mundo. Solo las revoluciones proletarias y anticoloniales han podido y pueden detener las guerras del capital. Sin embargo, más que nunca, esta vez debemos intentar detener a tiempo los planes y maniobras de los amos capitalistas de la muerte con la intensificación de la lucha de clases y el tejido de la solidaridad y la unidad obrera. Dentro de las fronteras de cada país, entre proletarios nativos e inmigrantes, y entre países y continentes.

Debemos avanzar con determinación por este camino, porque la historia ha comenzado a correr. Eso es lo que pretendemos hacer. Las lecciones del pasado son valiosas para nosotros. Pero no debemos ser prisioneros del pasado. Los revolucionarios nunca han sido, ni pueden ser, replicantes.