Decenas de miles de trabajadores desocupados que marchan en reclamo de trabajo genuino, convocados por las organizaciones piqueteras combativas, han protagonizado gigantescas movilizaciones en las últimas semanas. Pero: ¿Qué pasa con las grandes organizaciones cooptadas en su momento por el kirchnerismo, que luego pactaron con el macrismo, para nuclearse finalmente en la UTEP? Damián Ripetta analiza la evolución de la UTEP, y su papel en el proceso de legitimación de la precarización y de lo que llama el «eufemismo» de la economía popular.
Por Damián Ripetta/
El universo salarial en la Argentina está tremendamente estratificado. Desde laburantes que ganan arriba de 100 lucas a los que subsisten de míseros planes (por no mencionar directamente a los desocupados). Millones viven por debajo de la línea de indigencia y muchos más lo hacen por debajo de la línea de pobreza. Millones son los trabajadores que, aun trabajando, no están contenidos por ningún convenio colectivo, a los que las condiciones de su actividad se les imponen por un «diálogo» patronal- trabajador casi sin mediaciones.
Trabajadores precarizados hay en todas (o casi) las ramas del movimiento obrero. No importa si hablamos de metalúrgicos, papeleros, estatales, de la carne, rurales, etc. La denominación de «precarizados» hace referencia a un universo de trabajadores por fuera de los convenios o regulados parcialmente, universo muy disímil entre sí. Hay empresas tercerizadas que subcontratan de los propios gremios, de las patronales mismas, del Estado, de las organizaciones, está la actividad autónoma no oficializada como «comerciantes», el changueo, fábricas recuperadas, cooperativas, etc.
La bestialización de las condiciones de vida de ese sector organizado lleva a que direcciones políticas caudillescas monopolicen sin siquiera hacer elecciones internas, toda la vida del gremio manejado como un frente para conseguir recursos del Estado. Aunque haya excepciones, la libertad sindical nunca fue un punto fuerte del sindicalismo justicialista, y la falta de democracia interna impide politizar a una base socialmente golpeada y predisponerla a luchar por emanciparse de sus condiciones brutales de existencia.
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La pretensión de la UTEP de agrupar a ese universo la pone en una posición de Super-Gremio voraz con capacidad de negociar mano a mano con la CGT. En un comienzo la UTEP (entonces CTEP) pretendía ser una confederación de gremios y federaciones que se aglutinaran bajo su paraguas. Me tocó vivir parte de ese momento desde sus órganos de conducción. Que la CTEP sea, al universo precarizado, lo que la CATT es al transporte, cambia la naturaleza de la discusión, la mejora sensiblemente aunque por supuesto no agota el debate. Y la cambia porque aquello le quitaba el carácter reaccionario que asumiría netamente después. De hecho en ese entonces, por caso, hubo conversaciones entre el MTE (parte de la CTEP) para meter a sus afiliados cartoneros en el sindicato de papeleros que finalmente no avanzaron porque el moyanismo no quiso que le copen el gremio. Luego, por otras razones de índole jurídica y política, se abandonó el proyecto confederal para avanzar hacia la «construcción» de un gremio (2014-15).
Pero ya convertida en gremio, la UTEP viola, si se quiere, el mandamiento primero de la actividad sindical, a saber: No podés legitimar la precarización ni avalar a la baja las condiciones laborales. Puede no darte la nafta, puede no existir la correlación de fuerzas adecuada para revertir el proceso, lo que no se puede es legitimarlo. Y la UTEP legitima todo con sólo existir, y por supuesto no lucha por el reconocimiento de los convenios existentes para las múltiples ramas que el sindicato organiza. Quiero decir, rechazados por Papeleros, podrían haberse plantado en que les reconozcan (de mínima) los mismos derechos. No es eso lo que hacen.
Asi pues la UTEP, avalando la precarización laboral con el eufemismo absurdo de «economía popular», paralelizando convenios y sindicatos, se constituye en un factor que empalma con maravillosa armonía con el régimen y le da respuesta a una pregunta que ni la CGT, ni el Gobierno de turno, ni las Cámaras patronales pueden responder: ¿Qué hacemos con toda esta gente de más y como aumentamos la tasa de explotación sin que vuele todo a la mierda?
Iglesia, estado y gobierno
Como sabemos, no es la primera vez que la iglesia avanza en un sindicalismo de cuño propio. Aunque la UTEP estrictamente hablando no lo sea, sus vínculos con el Vaticano son notorios. Después de la Doctrina Social, la Iglesia salió a tener toda una política (entre otras cosas, gremios) que revirtiera la incidiencia de comunistas, socialdemócratas y anarquistas en el movimiento obrero. Hoy esa apuesta está colocada en la UTEP.
La UTEP a su vez, está atada a la prebenda estatal, no a la lucha gremial. Es una cooperativa de recursos del Estado dependiente políticamente de él y de estructuras bonapartistas que no siempre armonizan entre sí, aunque es Emilio Pérsico (el mejor vandorista que hoy tiene el PJ) quien maneja los hilos.
Y como si fuera poco, la UTEP se fundó en diciembre del 2019 en un acto del que participó el recién designado Ministro de Desarrollo Social, el massista Daniel Arroyo. Si hiciera falta ago más para probar el caracter pro-patronal de «el gremio», basta recordar su insólita ceremonia de fundación, en la que se rindió pleitesía a quien debían plantear los reclamos de la «economía popular», y a quién ni siquiera le entregaron un petitorio. Por supuesto, varios referentes como Eduardo Murúa o Rafel Klejzer, terminaron laburando para Arroyo en Desarrollo Social.

Los anuncios presidenciales de esta semana muestran que el Gobierno vuelve a cagarse en el universo de millones de personas precarizadas, pese al aumento sostenido de la pobreza y la indigencia. Recordemos que la Argentina no mete 2 años de crecimiento seguidos desde el 2011, los salarios caen en picada desde hace años y las jubilaciones se encuentran por debajo de la línea de ¡indigencia!
¿Alguna política para contener? El año pasado el IFE fue un chiste tan infame que bien podría haber sido obra de un gobierno macrista. Se insiste en la estupidez de habilitar clases presenciales a la vez que se restringen reuniones de más de 10 personas. Se restringe el movimiento de personas sin garantizar sus medios de vida. Los alquileres por las nubes, la comida por las nubes, el costo de vida por las nubes. Y mientras todo esto sucede siguen negociando el acuerdo con el FMI para pagar una deuda que ellos mismos trataron de «estafa».
¿Qué reactivacion económica buscan si la gente no tiene para parar la olla? Obviamente la respuesta se desprende del mismo enunciado: Múltiples facilidades a la burguesía para desarrollarse sobre la base de superexplotar a la clase trabajadora. Un gobierno genuinamente de patrones vestido con piel de popular.
El que avisa no traiciona y Beto hace décadas que dijo quien es. ¿Qué va a hacer la UTEP ante este desafio enorme? Nada. Pueden movilizar alguna vez para la tribuna, pero en los hechos no van a hacer nada de nada.
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