¿Cómo procede ante el acto electoral un votante a la vez militante del horizonte aparentemente lejano de la revolución socialista? Aquí un díalogo, en el filo de la veda electoral, entre un veterano activista que flaquea ante «el avance de la derecha» y su sensata sobrina de 4 años. Como se sabe: «los locos, los borrachos y los niños siempre dicen la verdad».
Por Damián Ripetta/
Iba de la mano con mi sobrina de cuatro años, que me miraba confundida mientras yo mascullaba por lo bajo.
– ¿Estás murmurando algo, tío?
Cómo yo, ensimismado, no contestaba, en un momento me frenó y me preguntó si me pasaba algo, a lo cuál respondí:
– Estoy confundido. No hay posibilidades inmediatas de Revolución y tengo miedo del avance de la derecha. Quizás me decante en las próximas elecciones por un voto «útil».
– ¿Útil a quien?- Me respondió severamente. – Vení agachate un poco- me dijo, y cuando lo hice para ponerme a su altura me sacudió un cachetazo en la cara.
Ante tamaña prueba de violencia, esperé de la criatura un comentario justificador, pero en cambio mi sobrina me dijo:
-¿Vas a votar a quienes ajustan por qué no hay chances inmediatas de revolución?- paf, otro cachetazo, ésta vez de revés.
Después me rodeó el cuello con un brazo y empezó a gesticular con el otro mientras decía:
– Escuchame flaco, imagínate que tenés hambre y tenés un pollo crudo en la heladera y las sobras de la noche anterior. Comida abominable, mal sazonada, mal cocida, y que generó una descompostura horrenda a varios de los comensales. Entonces, ahora que estás con hambre pero cansado como para andar cocinando, dudás entre un apetitoso pollo que haya que cocinar correctamente o morfarte las sobras de la horrorosa comida anterior.
– ¿Y eso que tiene que ver con la política?
Admito que me sentí un poco humillado cuando mi sobrina movió la boca en señal de impaciencia y me siguió explicando.
– ¿Vos querés la cosa masticada, servida, aunque esté descompuesta y vayas a terminar atornillado en el inodoro por varias horas?- La falta de sutileza de la niña me indignó un poco, lo reconozco.
– A la revolución, como al pollo, hay que cocinarla, sazonarla, dedicarle tiempo y esfuerzo. No existe el delivery en la política, o sí, y todos te traen las sobras del día anterior. Preguntale a Patria Grande.
Me sorprendió su lógica. 4 años tiene. La miré esbozando una sonrisa que se me terminó petrificando cuando me dijo, agresivamente:
– ¿Entendiste ahora?
– Sí, gracias.
– Que gracias. Ahora ponete a cocinar el bendito pollo que tenés en la heladera,
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