«Vulgares desclasados, pero autónomos: apuntes sobre nuestros campeones del mundo», por Luis Brunetto

A la selección campeona del mundo la atacaron por derecha y por ¿izquierda? Primero Clarín y La Nación por vulgares e incivilizados. Después los medios del complejo nac&pop, indignados por su rechazo a salir al balcón de la Rosada. Apuntes apurados sobre una selección que juega como los dioses su propio juego, con el mejor del mundo a la cabeza.

Por Luis Brunetto/

El «andá pa’lla bobo» provocó la indignación de Clarín y La Nación.

El rechazo a sacarse una foto en la Casa Rosada la indignación «nac& pop».

De vulgar tildó la burguesía tradicional la actitud de Lionel Messi.

De «desclasados» los tildó el nacionalismo burgués.

Empecemos por el principio: «El 19 desde que entró empezó a provocar y me parece que eso no es parte del fútbol», citó Olé a Messi.

Luego, reprodujo in extenso la versión de los hechos de Wout Weghorst: «Yo quise darle la mano después del partido, le tengo mucho respeto como jugador de fútbol. Pero él tiró mi mano al costado y no quiso hablar conmigo. Mi español no es muy bueno pero me dijo palabras irrespetuosas y eso me decepciona. Realmente decepcionante».

Olé «objetivó» el hecho, ofreciendo las dos versiones. Pero: ¿en pie de igualdad? No: el holandés aparece como civilizada víctima de la bárbara vulgaridad de Lio.

Sin embargo: ¿qué más se le puede decir que no sea «andá pa’llá bobo», a alguien que se la pasó provocando desde que entró en el segundo tiempo y fue después a la zona mixta a seguir provocando, para terminar haciéndose pasar por víctima?

Pero Olé- Clarín y el resto de los medios que representan a la fracción burguesa más moderna y ligada al capital extranjero, no puede más que interpretar cualquier hecho en base a la matriz ideológica gestada por el peor Sarmiento (porque también está el Sarmiento de la «oligarquía con olor a bosta»), civilización o barbarie.

Más complejo resulta analizar la reacción del nacionalismo burgués nac&pop, tan bien expresada por el muchacho de la TV Pública que tildó a los jugadores de la selección de «desclasados».

«Todos los campeones salieron al balcón», el argumento fundamental. Después de semanas atacando a los medios «hegemónicos» por acusar de vulgar a la selección, resultaba difícil argumentar alguna simpatía por «la derecha» de parte de los jugadores como causa del rechazo. Además, en los días previos al partido con Arabia Saudita, los medios nac&pop difundieron ampliamente la versión de que la selección se había negado a tener un encuentro con el mismísimo demonio de «la derecha», Mauricio Macri.

El twit del periodista de C5N Nacho Genovart que afirma que los jugadores del seleccionado rechazaron reunirse con Mauricio Macri

La mendicante actitud del nacionalismo burgue´s había estado precedida de triunfalismo y euforia. Alberto daba por descontado que la selección iría a la Rosada. La vocera Gabriela Cerutti mandó el siguiente mensaje a los periodistas acreditados en Casa de Gobierno: «Mañana [por el martes] habrá operativos de seguridad en toda la ciudad. Por esa razón, y por directiva de Casa Militar, la Casa Rosada permanecerá cerrada para trabajadores, incluida la prensa acreditada.”

Dicen que a un periodista que protestó mandando un mensaje señalando que el gobierno iba a quedar en los libros de historia por ser el único gobierno que cerró la Rosada a los periodistas, le contestaron «Nosotros ya estamos en los libros de historia»…

Por eso, la desilusión fue mayúscula cuando quedó claro que la selección, más allá del desastroso operativo de organización de los festejos y de la influencia sobrestimada de Claudio «chiqui» Tapia, no quería ir a la Rosada de ninguna forma…

Es que, después de gambetear a Macri y de dejar pagando al presidenciable camporista Eduardo «Wado» De Pedro en la pista de Ezeiza, los muchachos no podían más que cerrar el círculo de su autonomía negándose a ir a una Casa Rosada cuyos ocupantes necesitaban la visita como el enfermo respiratorio grave necesita un pulmotor.

Desclasados

«Mi primera aclaración: esa frase no la utilicé para hablar de la Selección argentina en ningún momento. En ningún momento dije que los jugadores de la selección eran unos desclasados. Venía de un debate anterior en otro contexto sobre la conciencia de clase de los futbolistas en general», dice el arrepentido Nicolás Fiorentino sobre la frase de la que ahora abjura. Por supuesto, un pretexto: ¿de que iba a estar hablando sino de los jugadores de la selección, aunque su afirmación viniera «de un debate anterior», cuando lo que se discutía en el piso era por qué los jugadores de la selección se negaban a ir a la Rosada?

Primera aclaración, de pasada, nuestra: ¿a que viene el uso de una categoría marxista en boca de un nacionalista? La impunidad con que el nacionalismo recurre eclécticamente a categorías que no tienen sentido fuera de la teoría marxista ya enoja. Ese uso ecléctico produce perplejidad: no se entiende dónde apunta el razonamiento. ¡En qué sentido no ir a la Casa Rosada convierte a los jugadores en desclasados! ¿Abrazar a De Pedro en la pista de Ezeiza o saludar desde el balcón de la Casa Rosada para oxigenar al agonizante gobierno semicolonial de Alberto, Cristina y Massa, que no puede tomar medida alguna sin la aprobación del FMI, representaría un gesto clasista?

La perplejidad que producen estos arranques de gente desesperada por un fracaso cuyas causas se niega a intentar explicarse, y que deposita en «la derecha», o en «la izquierda que le hace el juego a la derecha», o en la selección de desclasados, las razones de una debacle que es producto de la impotencia histórica del proyecto capitalista nacional, ya cansan.

Vayamos al aspecto material del asunto. Es cierto que los futbolistas ganan millones de dólares, y que Marx sostiene en el último e inconcluso capítulo de El Capital, que las clases se definen «por la unidad y el nivel de sus fuentes de renta». Estos jugadores son asalariados cuyos niveles de renta son similares a los de la burguesía.

Pero eso ocurre también con actores, cantantes, directores de cine, muchos de ellos comprometidos políticamente con la clase obrera. Clasistas por su compromiso político, aunque no por sus rentas. ¿Se les perdonan sus millones por tratarse de «intelectuales», muchos de ellos provenientes de la pequeña burguesía o de la propia burguesía? ¿Deberían estos chicos negarse a ganar millones de dólares? Es absurdo.

Vayamos al aspecto cultural de la cosa. Es cierto que acceden a innumerables bienes negados a la población trabajadora, pero no se distinguen por hacer ostentación de su riqueza. Por el contrario, se percibe en ellos un énfasis por subrayar su origen de clase trabajadora. Rodrigo de Paul y Emiliano «Dibu» Martínez hicieron declaraciones que hablan de una profunda atención a la situación económica y social que vive el pueblo trabajador argentino.

No se ve a estos jugadores en la senda empresarial de un Carlos Tevez, tampoco en una apuesta al descontrol maradoneano que tanto celebra el nacionalismo, sino más bien en sintonía con el modo de entender el fútbol y la vida de Juan Román Riquelme. ¿Es casual que haya sido su gesto a Macri el que Messi imitó frente a Louis van Gaal, quien además «frizó» a Román en el Barcelona?

De paso: ¿qué maravillas nos hubiera ofrecido una dupla estable Riquelme- Messi en la selección argentina? ¿La exclusi´´on de Román no es acaso una de la explicaciones del desastre de 2010 y del rendimiento discontinuo de Lio en que se apoyó aquella estupidez de «en la selección no juega como en el Barcelona»? Apenas pudimos ver destellos de esa frustrada colaboración en Alemania 2006.

En fin. Tal vez, sólo tal vez, los casi 5 millones de trabajadores argentinos que salieron a agradecer a una selección que les dio la única alegría del 2022, esa multitud que asumió «autónomamente» la tarea de controlar la seguridad que ni el coronel Sergio Berni ni Aníbal Fernández pudieron garantizar, haya celebrado también esa pretensión autónoma de la selección, que tal vez, sólo tal vez, sea un reflejo del proceso en curso de construcción de su propia independencia política.

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