El miércoles 8 de julio, los trabajadores de dos unidades de trabajadores de los Correos (Feira de Santana/ Bahía y Pindamonhangaba/ São Paulo) iniciaron una huelga ambiental indefinida después de que varios trabajadores dieron positivo en las pruebas de coronavirus. Activistas clasistas que trabajan en esas unidades dirigen la lucha. La revuelta comenzó por la base de los trabajadores postales, muy atacados por la política del Gobierno de Jair Bolsonaro, que en la voz del superministro de Economía, el «Chicago Boy» Paulo Guedes, dijo hace unos meses que los trabajadores de las empresas públicas serían langostas que parasitan los recursos públicos.
Por Alejandro Acosta* para Estación Finlandia desde Brasil/
El movimiento huelguístico ha avanzado y se ha extendido a varias unidades en todo el país, a pesar de los esfuerzos del Gobierno, la Empresa de los Correos y las direcciones sindicales para romper el movimiento. Los trabajadores postales exigen condiciones mínimas de trabajo en primer lugar. La Empresa ni siquiera proporciona los EPPs mínimos (Equipos de protección personal). Los trabajadores son obligados a trabajar sin guantes, sin la distancia social de dos metros, sin máscaras adecuadas, sin desinfectantes, sin que los locales de trabajo sean desinfectados, sin exámenes de Coronavirus.
Una práctica recurrente ha sido obligar a los trabajadores de los Centros de Distribución Diaria (CDDs), donde trabajan principalmente carteros, a trabajar en Centro de Pedidos y Entregas (CEEs), donde trabajan principalmente los Operadores de Transbordo y Clasificación (OTT) para cubrir las faltas de mano de obra. En medio de la pandemia, esta política de la Empresa ha ayudado a difundir los contagios en las diferentes unidades de trabajo y sobre las familias de los trabajadores.
La falta de medidas sanitarias mínimas plantea la necesidad urgente de organizar la lucha de todos los trabajadores, por Empleos y por la Vida, contra la brutalidad de los ataques del Gobierno Bolsonaro. Debido a la integración total en la práctica, de las direcciones sindicales y de los partidos políticos autodenominados de «izquierda» a las políticas del Gobierno Bolsonaro, la lucha debe ser organizada por la base y con urgencia.
Una política de hambre para salvar las ganancias de los grandes capitalistas: Brasil tiende a transformarse en un gran “Banestado”
Las recientes revelaciones del escándalo del Banco Banestado, realizadas desde el Portal Duplo Express, revelaron, con nombre y apellido, el robo de US$ 170 mil millones (US$ 300 mil millones en valores ajustados) en sobornos y «operaciones no estructuradas» que fueron desviadas de Brasil para el extranjero por medio de las llamadas cuentas CC5, del Banco Banestado de Paraná.
Los sobornos se originaron en el dinero pagado por las grandes empresas que se apropiaron de la mitad de Brasil a cambio de nada, durante los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso (FHC).
En 1993, los tres grandes futuros miembros del equipo económico de FHC duplicaron la deuda externa brasileña, a US$ 120 mil millones, en un fin de semana, en Luxemburgo (que es un paraíso fiscal), incluso reconociendo deudas que habían vencido. Estos títulos ficticios y podridos fueron utilizaron para entregar la mitad de Brasil y, aun así, por valores insignificantes. Uno de los casos más escandaloso fue el de la mayor minera de mineral de hierro del mundo, la Vale do Rio Doce, que fue «vendida» por R$ 3 mil millones, en 1998, con un descuento de R$ 640 millones en deducciones de impuestos, cuando valía al menos 100 veces más. Y aceptando como parte del pago los títulos podridos de la deuda brasilera.
Hoy, el Gobierno Bolsonaro busca entregarle hasta la última gota de sangre de Brasil a los grandes capitalistas por medio de métodos aún más agresivos que los aplicados en la década de 1990. El desguace de la salud, la educación y de todos los servicios públicos buscan entregar todo bajo la máxima de que no funcionan.
El superministro de Economía, el Chicago Boy Paulo Guedes, reafirmó que quiere privatizar cuatro grandes empresas este año: Correios, Eletrobras, Banco do Brasil y Petrobras. El objetivo mayor es privatizar 180 empresas públicas federales y 250 estadales. Los modelos impuestos para Brasil por el imperialismo norteamericano se basan en el Chile pinochetista, con sus AFP (fondos de pensiones) e Isapres (fondos de salud) que descuentan el 26 % de los salarios de los trabajadores. Están en la base de los recursos que mueven los grandes empresarios, incluso en los grandes países. El reciente veto del presidente chileno Sebastián Piñera a la ley que permitía que los trabajadores puedan retirar el 10 % de sus ahorros en las AFPs para enfrentar aunque sea en parte las consecuencias de la pandemia, revela la magnitud de esta operación mafiosa.
El segundo pilar del modelo que se está aplicando en Brasil es el narcoestado policial militar colombiano, que ha sido ilustrado muy gráficamente en la serie El Matarife (hecha para Internet). El PCC (Primer Comando de la Capital) ya opera en alianza con el Comando Rojo, sincronizado con los generales y la alta burocracia del estado brasileño. El modelo ya se está exportando a Uruguay (desde 2017). El objetivo es imponerlo en toda América Latina, a partir de la potencia regional más grande, de la misma manera que se hizo con las dictaduras militares desde 1964.
Las campañas salariales de 2020
La crisis de sanitaria se desarrolla junto con brutales ataques contra los trabajadores y la población brasileña. En los Correos, con poco más de dos semanas para vencer el ACT (Convenio Laboral Colectivo), las direcciones sindicales ni siquiera han convocado una sola asamblea, ni siquiera una virtual. Y existen tres federaciones y 36 sindicatos para un único patrón.
Una vez que venza el ACT, los trabajadores perderán todos los derechos que se han ganado mediante muchas luchas en las últimas décadas. Se aplicarán los derechos básicos de la CLT (Consolidación de las Leyes Laborales). Con los últimos cambios impuestos por el gobierno de Bolsonaro a la CLR, pero que vienen de un proceso que ha estado ocurriendo durante los últimos 30 años, los patrones podrán, por medio de una serie de mecanismos, reducir los derechos de acurdo con su propia voluntad, imponer el trabajo intermitente, retirar los cesta tiquetes, eliminar vacaciones y aguinaldos, imponer contratos temporales, etc.
La política laboral del gobierno de Bolsonaro busca eliminar todos los derechos de los trabajadores y reducir los salarios al nivel de un salario de Vietnam o Filipinas, o sea aproximadamente U$S 150 por mes. ¿Por qué? Porque la crisis capitalista ha impuesto una tremenda presión sobre las empresas para que no quiebren. Las transferencias obscenas de recursos públicos han evitado las quiebras de grandes empresas, pero no han impedido que la economía brasileña y mundial se encuentren en condiciones mucho peores que las que existían a fines del año pasado.
La escalada generalizada del endeudamiento, la transferencia de R$ 1,250 billones para salvar a los bancos (casi un Presupuesto Público Federal anual, sin contar los pagos de la deuda pública que giran una cantidad similar), la PEC (Propuesta de Enmienda Constitucional) 10-2020, que le permite al gobierno rescatar bancos y empresas incluso en los Estados Unidos, así como otras políticas similares, ejerce tal presión sobre las cuentas públicas que solo puede conducir a un nuevo estallido de la deuda pública (peor que la de la década de 1980), un pseudo control a través de la emisión de moneda podrida (una medida ya anunciada por el ministro Paulo Guedes) que deberá conducir a la hiperinflación con depresión económica.
La estabilización de la economía en Brasil y en América Latina puede llevar al menos tres años. Esto implica en el empeoramiento significativo de las condiciones de vida de los trabajadores para facilitar el regreso de los parques industriales, principalmente norteamericanos, a la región, con salarios «asiáticos», al borde del hambre. Es precisamente en contra de estas políticas que las principales categorías profesionales en Brasil, incluida la de los trabajadores de los Correos, que tienen las fechas base (paritarias) en la segunda mitad de este año, deberían luchar. Pero las direcciones sindicales vendidas a los patrones y el Gobierno Bolsonaro están frenando cualquier lucha, a pesar de que ya no tienen militantes obreros y operan desde el aparato estatal del que se han convertido en integrantes.
El Coronavírus pende sobre la cabeza de los trabajadores
En Brasil, los casos de Coronavirus se han propagado a grandes pasos, dejando un rastro de sangre, a pesar de que las estadísticas están muy manipuladas. Los más de dos millones de personas infectadas y más de 70 mil muertos representan solo una pequeña parte del total. Los números se están manipulando mucho.
La salud pública ha colapsado y no se ha aplicado una política masiva de salud a la población para contener el Coronavirus. Los exámenes de coronavirus se realizan cuando la persona infectada se encuentra en una etapa avanzada. Si alguien necesita hacer una prueba antes de eso, debe pagar R$ 400 (U$S 80) en la red privada. El transporte público se ha reducido, pero las unidades que circulan lo hacen tan abarrotadas como antes de la pandemia.
El pueblo brasileño está siendo sometido a una política genocida, tratado abiertamente como ganado conducido hacia el matadero. En gran medida, el objetivo es aumentar el clima de terror y favorecer la entrega de las empresas públicas, los recursos minerales, rebajar los salarios y favorecer los ataques contra los trabajadores y Brasil a través de los mecanismos más parasitarios posibles.
Existe una laguna en la legislación que permite a los trabajadores en lugares infectados declararse en huelga ambiental, incluso sin el consentimiento de los sindicatos, que en Brasil prácticamente todos (con muy raras excepciones) están controlados por la política del Gobierno Bolsonaro, los generales y los grandes empresarios.
El drama de los trabajadores de las empresas estatales
Los trabajadores que, en este momento, están más expuestos a perder los derechos que se han ganado a través de muchas luchas sangrientas en el pasado, son los trabajadores de las empresas estatales. El punto culminante de estas luchas está relacionado con el comienzo de la imposición del llamado «neoliberalismo» en Brasil, que comenzó con la invasión por el Ejército, de la Compañía Nacional Siderúrgica (Volta Redonda, Río de Janeiro) que dejó un saldo de tres trabajadores asesinados en 1992. Y culminó con la derrota de la huelga de petroleros de 1995, que duró casi dos meses, con la invasión de los locales de trabajo por el Ejército.
El comienzo de la reanudación del movimiento de huelga ocurrió al final del segundo gobierno de FHC, pero fue rápidamente contenido por el gobierno Lula, que compró alrededor de 150 mil sindicalistas con altos cargos estatales y a los líderes de los movimientos sociales con recursos que fluyeron de los Ministerios. No es casualidad que los jefes del MST (Movimiento de los Sin Tierra), por ejemplo, paralizaran la «reforma agraria» y se dedicaran a ganar licitaciones del gobierno. Muchas de ellas fueron subcontratadas: ¿Quién se quedó con las ganancias?
A fines de septiembre de 2019, los trabajadores de los Correos llevaron a cabo la huelga más grande de una categoría nacional en Brasil desde 1995, que terminó siendo derrotada por la Empresa y el Gobierno de Bolsonaro por medio de una maniobra realizada conjuntamente por la burocracia sindical y la Justicia.
Una huelga nacional en Brasil representa una operación gran envergadura. El sindicalismo brasileño fue impuesto por Getúlio Vargas hace 80 años, con sindicatos municipales y fuertemente vinculados al aparato estatal. A fines de la década de 1970 y en la primera mitad de la década de 1980, el fuerte ascenso obrero aplicó golpes a este modelo patronal, pero terminó siendo controlado por la Articulação, el grupo sindical «lulista» que funcionó como el ala «izquierda» del llamado «neoliberalismo».
Los trabajadores de empresas estatales han sido sometidos a una operación de desgaste y desmoralización por parte del Gobierno Bolsonaro, que ha utilizado a los burócratas sindicales controlados por los supuestos partidos de «izquierda» en primer lugar, como cadenas de transmisión.
Como lo denunció el diputado del Psol (Partido Socialismo y Libertad)/ Río de Janeiro, Glauber Braga, aunque de manera tímida, existe una operación impuesta desde los niveles más altos del Gobierno Bolsonaro, y controlada directamente por el GSI (Oficina de Seguridad Institucional) por la cual cualquier sindicalista o político de la «izquierda» integrada al régimen que organice alguna oposición más o menos importante a la entrega del Brasil será preso. Hay dossiers montados sobre la juerga real que los sindicalistas hicieron con el dinero del Impuesto Sindical, o los partidos políticos con el Fondo Partidario, de los cargos de jefes, los ladrones de los fondos de pensiones, las licitaciones y otros mecanismos. Quien, por el contrario, favorezca la entrega de Brasil, tendrá la vista gorda del Gobierno que hoy cuenta con más de tres mil altos oficiales de las Fuerzas Armadas en puestos importantes, mucho más que los que había en el período más sangriento de la Dictadura Militar (1964-1985).
El ejemplo de los Trabajadores de las APPs
Las 14 centrales sindicales que existen en Brasil y los casi siete mil sindicatos, así como los llamados partidos de la supuesta «izquierda», que en la práctica aplican una política de derecha, se han convertido en cadenas de transmisión del Gobierno Bolsonaro. El servicio que brindan estos enemigos de los trabajadores es contener las luchas, que ha quedado más flagrante desde 2016. El problema es que el repudio de los trabajadores ha aumentado y se ha generalizado.
La sorpresa en la movilización de los trabajadores fue el paro nacional de los trabajadores que son Entregadores de los APPs (UberEats, iFood y otros) que sucedió con enorme éxito el 1 de julio. Aplicando métodos similares a los que se utilizaron con éxito en la rebelión popular en Chile o en las protestas en Colombia y Perú.
Cinco millones de trabajadores se han detenido por completo. Con una lista muy concreta de reclamos por condiciones básicas de supervivencia, pero que logró la adhesión de la abrumadora mayoría de los trabajadores del sector, que son parte de los trabajadores más precarizados en Brasil.
Una de las banderas que apareció con fuerza durante toda la campaña fue el repudio de los partidos políticos y de los sindicalistas profesionales vendidos. Y fue precisamente la ausencia de estos traidores lo que garantizó el éxito de la huelga. En las primeras tres semanas de la Campaña, solo pequeños grupos la apoyaron. En los últimos tres días, cuando quedó claro que tendría suceso, un gran número de políticos oportunistas, la dirección del MST, del MTST (Movimiento de los Trabajadores sin Hogar) y sindicalistas vendidos o de la derecha se acercaron con objetivos espurios.
Los Repartidores de las APPs llamaron a un nuevo paro nacional para el día 25 de julio, esta vez incluidos los conductores de Uber, que agrega al menos un millón más de trabajadores, o incluso más.
Unificar todas las luchas por la base: ¡Por una organización y lucha clasista de las y los trabajadores todxs a la huelga sanitaria!
A medida que la crisis capitalista mundial continúa desarrollándose, aunque de manera más o menos camuflada, como crisis de la pandemia, la revuelta de los trabajadores comienza a avanzar, en América Latina e incluso en el corazón del capitalismo mundial, los Estados Unidos.
Debido al hecho de que las organizaciones de masas y el movimiento obrero fueron controladas por elementos que las han utilizado para sus propios intereses y que los gobiernos y los grandes empresarios comenzaron a controlarlas de una manera muy dura, es urgente promover la lucha de los trabajadores y el movimiento de masas por la base, contra los estados burgueses y los grandes empresarios, así como contra todo el régimen político y los sindicalistas traidores que, en su conjunto, actúan como enemigos de los trabajadores.
El punto central es cómo desarrollar la lucha, cuando los militantes revolucionarios son pocos y a menudo se encuentran divididos. Cómo impulsar el movimiento de masas cuando parece que los trabajadores no podrán luchar. Cómo organizar el movimiento obrero cuando en muchos países la clase trabajadora es muy débil, cuando no es parte de una aristocracia obrera.
La crisis mundial está poniendo en tensión todas las contradicciones sociales. Para que los grandes empresarios no quiebren, se ven obligados a aplicar golpes cada vez más duros contra los trabajadores y las masas. Es la crisis del capitalismo mundial la que crea el ambiente favorable para los trabajadores y las masas luchar en Brasil, América Latina y el mundo. Los trabajadores comienzan a despertarse. Quieren luchar, aunque aún no saben muy bien como hacerlo debido a las décadas de «sueño neoliberal» y la cooptación de las organizaciones de masas por el capital.
La rebelión popular en Chile marcó el camino y fue mucho más lejos que la rebelión popular en Ecuador que fue contrala en tan solo dos semanas. Los métodos de movilización por la base, con la ayuda de las redes sociales; la denuncia de los partidos de la supuesta «izquierda» (que actúa con los métodos de la derecha) y de las direcciones vendidas de los sindicatos y de los movimientos sociales; la búsqueda por nuevos mecanismos y métodos de lucha. Los sindicatos de hoy cuentan con un número muy pequeño de trabajadores y son extremadamente burocráticos. Se necesita un nuevo sindicalismo clasista y revolucionario, formado desde la base.
La izquierda actual es el producto de la agresiva campaña de la burguesía mundial para imponer el llamado «neoliberalismo» en la década de 1980, que tuvo como uno de sus componentes la «caída del Muro de Berlín», con mantras como «el fin del socialismo y el comunismo». «El giro de la democracia [en abstracto]» y otros similares que llevaron a buena parte de la izquierda a desmoralizarse para abandonar la lucha, cuando no a venderse abiertamente.
La base de la política «neoliberal» fue el ingreso en el mercado mundial de cientos de millones de trabajadores asiáticos (principalmente chinos) que ganaban en la década de 1980, alrededor de U$S 30 por mes. Esto permitió la migración de grandes cantidades de plantas industriales a Asia y Europa del Este, después de la caída de la Unión Soviética.
Hoy la izquierda revolucionaria está comenzando a reconstruirse bajo las nuevas condiciones actuales. El marxismo como método para la acción revolucionaria aparece como esencial. Debemos aprender de los éxitos y errores del pasado, con nuestra historia, con la historia de revoluciones y luchas, con las victorias y las derrotas, con los nuevos métodos de lucha que están apareciendo.
Es necesario promover un gran movimiento de masas para enfrentar y derrotar a la burguesía brasileña, latinoamericana y mundial. Para el próximo período, está planteado un panorama de exacerbación de la lucha de clases. La construcción de las direcciones revolucionarias y clasistas vuelve al centro de la política revolucionaria.
* Periodista. Director del Portal Emprego e Vida.
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