Pablo Bonavena es Sociólogo, experto en Sociología de la Guerra, Docente en la UBA y la UNLP e Investigador del Instituto Gino Germani. A 40 años de la Guerra del Malvinas, una interpretación que profundiza en aspectos poco conocidos de aquel conflicto que selló la suerte de la dictadura argentina.
Por Redacción/
Estación Finlandia: ¿Por qué la dictadura militar se lanzó a la Guerra de Malvinas?
Pablo Bonavena: La recuperación de Malvinas era un proyecto que tenía la Marina, y que las otras fuerzas habían avalado teóricamente, como hipótesis. Hay un plan qué es anterior al 2 de abril y se venía acuñando de tiempo antes. La Marina tenía esa iniciativa pionera sobre las otras fuerzas. Eso que era una hipótesis, un anhelo de la Marina para ganar prestigio social, se debió poner en práctica en el contexto de la crisis de la dictadura, para mantener la cohesión de la Junta Militar. Esa crisis se expresaba ya en su desmembramiento, en la crisis económica y la lucha de masas. Yo participe siendo muy joven de la marcha del 30 de marzo, una movivilización enorme contra la dictadura, 2 días antes. Por eso el proyecto se activa con la idea de lograr un consenso y suturar los conflictos internos con el argumento del enemigo externo. Frente al resquebrajamiento político, se decide la recuperar Malvinas como una especie de plan de fuga hacia adelante que le diera una oportunidad de continuidad a la dictadura. Entonces efectivamente el conflicto interno tiene un peso explicativo enorme en la decisión de incursionar en las islas, pero también hay que decir que es un proyecto anterior.
EF: El gobierno de Perón había explorado la posibilidad de una administración compartida con los británicos…
PB: Si. Es un tema que no ha sido suficientemente investigado. Esa iniciativa fue truncada especialmente por López Rega que, podemos decirlo entre comillas, tenía posiciones más nacionalistas o más tercermundistas que la política que había desarrollado el FREJULI. Algunos dicen que esta es una de las marcas distintivas del gobierno de Isabel. Por supuesto, esto bajo el presupuesto previo de aniquilar a los comunistas y asesinar a las miles de personas que estaban en los listados de la Triple A elaborado sobre la última parte del año ’73. Pero, en fin, es interesante rastrear todos los antecedentes, aunque lo cierto es que la dictadura ya había empezado a generar un proyecto de recuperación de las Islas propio, que encontró las condiciones de posibilidad en el marco del ritmo que imponía la lucha de clases en ascenso por el descontento popular ante la dictadura.
EF: ¿Y cuál era la hipótesis que manejaba la dictadura respecto a la respuesta británica?
PB: Creía que no iba a haber guerra, así que en ese sentido fue una guerra inesperada. Se esperaba algún tipo de negociación y la neutralidad de Estados Unidos, incluso con algún guiño favorable.
EF: ¿Y los británicos esperaban la ocupación?
PB: Entre finales del año anterior y principios del ’82 ya era conocida la noticia de que se venía con alta probabilidad esa iniciativa. Eso se puede rastrear incluso en la prensa comercial. ¡Imaginate que la inteligencia británica y norteamericana no iban a estar tan distraídas! Así que yo tiendo a inclinarme por la idea de que estaban perfectamente al tanto. Algunos dicen que la sorpresa fue para la Thatcher, pero no para la marina ni para la inteligencia británica. Había cierta controversia sobre el futuro de la flota en el gobierno británico, que promovía el desguace de la flota convencional en favor de una flota basada en submarinos nucleares. Hay documentos desclasificados que apoyan la hipótesis de que el ejército británico se negaba a ir a la guerra. Por ejemplo, planteaban las dificultades logísticas de la campaña, y el propio gobierno dudaba. En esa hipótesis, es en el marco de estas controversias en el mando político y militar que los marinos salen, como un modo de favorecer la prolongación de la existencia de la marina de guerra británica, y el gobierno británico se ve sorprendido por ese golpe de mano de la Marina.
EF: ¿Y que importancia tuvo el apoyo de la dictadura chilena al esfuerzo militar inglés?
PB: Yo considero que el Chile de Pinochet fue una fuerza beligerante. Los militares chilenos colaboraron enormemente, por ejemplo, para tratar de detectar la salida de los aviones atgentinos desde el continente. Algunos errores en el desembarco británico pudieron deberse a mala información chilena. Sin embargo, su papel en apoyo a los británicos no se puede comparar con el apoyo argentino a la fuerza naval británica en la guerra de Irak, donde Argentina tuvo un papel protagónico, incluso a hizo fuego para proteger a la flota y a la fuerza invasora. Fue más acotado el apoyo chileno a las fuerzas británica en Malvinas, pero fue una fuerza beligerante porque fueron parte del esfuerzo militar
EF: Desde el punto de vista militar, ¿hubiera sido posible una victoria argentina?
PB: Especular con otro desenlace de la guerra sólo es posible si uno especula con otra forma de hacer la guerra. Por supuesto que había otras alternativas, pero el gobierno argentino, si bien las buscó, era una dictadura y no tenía ese margen de maniobra. Otra forma de hacer la guerra hubiese implicado el involucramiento del continente y de otros actores sociales, que indudablemente la dictadura no tenía interés en poner en juego. La dictadura desplegó una importante fuerza militar en la isla, pensando que en base a eso podría negociar. Supuso que era una fuerza suficiente para disuadir cualquier intento británico. Tendría que haber hecho cosas diferentes, pero el margen de un gobierno también depende de su configuración. También es verdad que, por las presiones norteamericanas, el gobierno británico limitó la guerra. Recordemos que manejó más de una hipótesis de ataque al continente, y en eso lo contuvo la presión del gobierno norteamericano. Desde un primer momento, los británicos impusieron una zona de exclusión dentro de la que, fuera del hundimiento del ARA General Belgrano, se mantuvieron. Por esas limitaciones, tanto del gobierno británico como del argentino, es que fue una guerra convencional. Algunos afirman que fue la última guerra convencional.
EF: ¿Qué consecuencias provocó la derrota respecto al reclamo argentino contra la usurpación?
PB: Voy a señalar dos cosas que normalmente no se dicen. Una es que hay una premisa en política internacional que establece que “lo que perdiste en la guerra lo perdiste en la guerra”, no hay otra forma de reclamarlo, ya está sentenciada la situación, salvo que vuelvas a abrir la opción de combatir. Es una idea fuerte a nivel internacional, y en los hechos, lo que hay es un apoyo al reclamo argentino, pero de tipo formal, que está en tensión con esta premisa mundialmente aceptada. Es decir: hay un pataleo formal, pero nadie va a tomar ninguna medida seria para revertir la situación. Lo segundo tiene que ver con la participación en la invasión de Irak, durante el gobierno peronista de (Carlos) Menem: Argentina fue fuerza beligerante en una brutal intervención imperialista de una fuerza multinacional, participando en operaciones navales de guerra, en la que secundó y protegió a la propia flota británica. Por lo menos un buque argentino fue reacondicionado en puertos británicos. También, participó como fuerza extra OTAN en la intervención en la ex Yugoslavia. Esto, en el mundo, ha desacreditado muchísimo la reivindicación de la soberanía sobre Malvinas. Se acompaña el reclamo y se lo considera formalmente legítimo, pero, por abajo, estos dos elementos pesan. Y la verdad es que esto nunca se dice, son dos factores que no aparecen nunca en la discusión pública sobre la cuestión.
EF: ¿Cómo caracterizás la política de los sucesivos gobiernos, desde 1983, respecto a la “causa Malvinas”?
PB: La evolución de esa política, lo único que demuestra es que, para la burguesía, no hay tal “causa Malvinas”, que el reclamo no sale del plano puramente discursivo. Los gobiernos están más predispuestos a recibir al capital británico que a enfrentarse con el imperialismo y romper las coordenadas de las alianzas internacionales. Insisto en que hubo un gobierno peronista que alineó a la Argentina dentro de la OTAN, y su exclusión de ese organismo fue resultado de una controversia que no tuvo nada que ver con Malvinas. No hay ni ha habido una reivindicación seria sobre la soberanía en Malvinas, porque el proceso de alianzas con el gran capital y las empresas, la injerencia de los países imperialistas en la política argentina, pesa más que la voluntad de llevar adelante cualquier reclamo soberano. El reclamo no deja de ser parte de cierta “decoración política” de los gobiernos, para mostrar ciertos gestos nacionalistas que disimulan los favores que se le hacen al imperialismo y al gran capital.
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