Desde que en el S XIX los obreros ingleses plantaban el «árbol de la libertad» en conmemoración de la revolución francesa, y eran reprimidos a sangre y fuego por las tropas de su majestad, se sabe que plantar un árbol puede tener un significado sumamente subversivo. No es el caso, según Damián Ripetta, de la actividad promovida para este último 24 de marzo por Alberto y los organismos de derechos humanos, organizaciones sociales y sindicatos afines al kirchnerismo.
Por Damián Ripetta/
Plantar un árbol puede significar mil cosas.
Si un laburante, si un vecino mío, un 24 de marzo, planta un árbol en conmemoración a la fecha puedo morirme de emoción. Probablemente unas lágrimas de alegría escapen ante el gesto inopinado.
Nadie cuestiona el ejercicio de «sembrar conciencia», pero este 24 de marzo plantar árboles tuvo un contenido político reaccionario. La derecha también sembró árboles. Quiero decir: Felipe Solá y Sergio Berni sembraron árboles.
Hay una distancia enorme entre una persona de a pie sembrando una planta y una acción promovida por un gobierno que no abre los archivos, que en su gestión de sólo un año tiene cientos de asesinados, reprimidos y 3 desaparecidos.
Que ese Gobierno llame a plantar árboles es una infamia. Sólo desde la inocencia o la mala fé se puede perder de vista su motivación, a saber, desmovilizar.
Hebe de Bonafini, en su momento, dijo que las Madres no iban más a la Plaza de Mayo porque no habia motivos para seguir haciendo la ronda de los jueves ante un gobierno «popular»…
Si las Madres o Abuelas prescinden de marchar en una jornada como esta para preservarse en materia de salud, ¿quién acaso podría cuestionarlas? Lo que las Madres y Abuelas no pueden hacer es llamarnos a desmovilizar, a no marchar, a no levantar las banderas sin complicidad con los asesinos de hoy.
Las Madres, pese a todo el respeto que les tenemos, no pueden pedirnos eso, como tampoco pueden pedirnos que aceptemos genocidas como Cesar Milani, como hizo Hebe de Bonafini, como tampoco pueden pedirnos que bajemos las banderas de la apertura de archivos o que justifiquen desaparecidos actuales.
No, no y no. Eso ni a Ellas.
En estos últimos años he visto traicionar a muchos «compañeros», al punto tal que hoy posan con asesinos, con burócratas, con patrones. ¿Y saben qué? A un militante, a un «compañero» le acepto menos. O mejor dicho no le acepto nada que no sea independencia de criterio de los impresentables que están en el Gobierno.
Entonces no. No da lo mismo. Un laburante que planta un árbol aporta sin dudas a la conciencia. Suma infinitamente. Un militante vendido al enemigo resta y es funcional a los negacionistas desde el momento en que apela a la «Memoria» aliado a un Gobierno que desaparece pibes en las barriadas. No se puede traficar conciencia.
Entonces no, no es lo mismo. No todo suma. Se puede plantar un árbol, o plantar un árbol.
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