Por Daniel De Santis*, para Estación Finlandia/
a los proletarios revolucionarios Salvador De Laturi y Omar Jacinto Cherri
El 3 de julio
“Victoriosa Movilización de Masas”
“Culminando esta formidable ola de movilizaciones el jueves 3 de julio, cuando el proletariado de Buenos Aires escribió una de las mejores páginas de su historia hasta nuestros días”.
“Al norte, desde Pacheco, acaudillados por los obreros de la Ford Motors Argentina, más de 15.000 obreros se lanzaron por la ruta Panamericana en una interminable caravana de cerca de 200 ómnibus en dirección a la Capital Federal (…) Al llegar a la avenida General Paz (…) encontrábanse apostadas las hordas de la Policía Federal. La presencia de las fuerzas represivas enardeció más a los trabajadores, pero no faltaron aquellos miembros de organizaciones reformistas y populistas que sembraron la confusión en las filas obreras… Simultáneamente, los obreros de General Motors, en asamblea, resolvían organizarse para marchar junto a sus compañeros de Ford”.
“Ese mismo día (…) encabezados por los trabajadores de Propulsora y Astilleros, el grueso de los obreros de Ensenada y La Plata iniciaron con renovada combatividad y energía la marcha hacia la Capital Federal”.
“Mientras tanto en Rosario, gigantescas columnas de 6 y 7 cuadras colmadas de manifestantes obreros (…) revivieron las jornadas del Rosariazo… en otras ciudades argentinas como Santa Fe, Mendoza, etc. miles de trabajadores y amplios sectores populares daban muestras de su repudio al gobierno”[1].
La situación política que emergió de Las Jornadas de Junio y Julio de 1975 tiene sus raíces en procesos de organización que fueron madurando durante “el inicio de una etapa de grandes choques de clases, antesala de la apertura de una situación revolucionaria en nuestra Patria”, como había escrito Mario Santucho, el 23 de agosto de 1974.
En Buenos Aires, en un estado de maduración inferior a los alcanzados por el sindicalismo de liberación de Luz y Fuerza, y por el Smata de Córdoba y la UOM de Villa Constitución. Estos últimos, junto con los sindicatos por fábrica Sitrac y Sitram, fueron los símbolos del nuevo clasismo surgido en el año 1971 en Córdoba. En el Gran Buenos Aires, no se había logrado una organización que se extendiera al conjunto de sus respectivos gremios, ni siquiera a nivel de las seccionales. Dicho de otra manera: con Las Jornadas de Junio y Julio de 1975 el Cordobazo llegó a Buenos Aires, pero en un nivel superior.
Los obreros de la Ford, la segunda fábrica más grande del país con 7500 trabajadores, habían elegido un importante porcentaje de delegados clasistas y combativos, y constituido una Comisión de Reclamos, en la que había algunos delegados paritarios. El lunes 16 de junio, “la fábrica parecía que ardía… bastaron dos palabras para que todos nos encolumnáramos por la Panamericana hacia Plaza de Mayo”, y arrastraran tras de sí a más de ocho mil trabajadores de las fábricas Alba, Wobron, Editorial Atlántida y otras más pequeñas que marcharon a pie durante 17 km. Al llegar a la altura de la Avenida General Paz, en el ingreso a la Capital, los trabajadores fueron intimados a no proseguir el avance porque serían reprimidos. Hubo una asamblea en la que se resolvió levantar la marcha, pero continuar la lucha.
Benito Urteaga, dirigente del PRT, había sido designado asesor del Frente partidario en la Ford. Al trabajo político en la fábrica le imprimió un extraordinario dinamismo. Edición de volantes, boletín fabril, organización de las células de militantes partidarios, línea de acción política y sindical, etc. El papel dirigente en Las Jornadas de junio y julio de 1975, que los jóvenes y poco experimentados militantes obreros del Partido jugaron en las movilizaciones de esa fábrica y de la Zona Norte del Gran Bs As, no fue ajeno a su intervención. Benito fue así uno de los constructores de la Columna Norte de las Coordinadoras en lucha. En la misma Zona no podemos dejar de mencionar a los trabajadores de los Astilleros Astarsa que fueron los otros grandes protagonistas de la Columna Norte.
En la Zona Oeste emblemática fue la organización de los trabajadores de INDIEL-ex Martín Amato (1800 trabajadores)- que en 1974 conformaron una lista Azul-Naranja, junto a los trabajadores de la metalúrgica Santa Rosa y demás metalúrgicas de La Matanza y Morón, a los que se van a sumar los obreros de la Mercedes Benz.
En la Zona Sur los 3500 trabajadores de Rigolleau, organizados en la Lista Naranja, quizás los más avanzados desde el punto de vista organizativo, ganaron la Comisión Interna y el Cuerpo de Delegados y fueron proscriptos en las elecciones de Comisión Directiva de la Seccional del gremio de vidrio en Berazategui. Mientras que los 500 trabajadores de la metalúrgica Saiar aglutinaban en la Coordinadora Sur a muchas fábricas del partido de Quilmes.
En la Zona de La Plata, Berisso y Ensenada fueron los 1300 obreros de Propulsora Siderúrgica, con su Lista Blanca pero llamados los rojos por la burocracia, los que motorizaron la Coordinadora Regional. Debido a la estrecha relación que tenían con los 3500 obreros del Astilleros, dos veces se movilizaron los de Propulsara para ayudar a sus hermanos de clase a superar las trabas que le imponía allí la burocracia sindical, logrando el 3 de julio entre ambos liderar la multitudinaria y tumultuosa marcha hacia la CGT Regional La Plata, junto al resto del proletariado de la región. En las puertas de la CGT Regional intentaron sumar al Secretariado a la lucha, pero respondieron organizando la represión junto a la policía.
Las Jornadas de Junio y Julio
Lo que se ha identificado bajo la denominación de clasismo fue un fenómeno muy amplio y heterogéneo que tenía en común el protagonismo de las bases, la democracia directa, un movimiento asambleario consecuentemente antipatronal y antiburocrático. Este clasismo amplio no se limitaba a la militancia de los partidos de izquierda sino que tuvo en él gran protagonismo el peronismo revolucionario y militantes sin partido.
En nuestra experiencia en Propulsora nos agrupamos los militantes de la JTP, el PC, el PB y en forma creciente los del PRT, otras fuerzas menores como el PST, el PCR y varios trabajadores independientes para constituir una Lista Blanca ampliamente mayoritaria en las elecciones de delegados.
El método de la Huelga en fábrica fue muy efectivo durante los conflictos con la patronal pero, a partir del mes de junio de 1975, en que las huelgas parciales se unificaron y elevaron a lucha de la clase obrera para enfrentar los planes de súper explotación por parte de la clase capitalista, pasó a primer plano la movilización en las calles. Con una huelga de hecho, los obreros de Propulsora se movilización el 27 de junio a Plaza de Mayo, el 30 del mismo mes a la CGT de Azopardo en la que destacó su estricta formación por escuadras, y el 3 de julio protagonizaron junto a los trabajadores de las ciudades industriales del país una formidable Huelga General con combativas movilizaciones.
En marzo comenzaron a reunirse las Comisiones Paritarias reglamentadas por la Ley 14.250. Los Convenios Colectivos de Trabajo recogían los acuerdos salariales y sobre las condiciones laborales a que llegaban los trabajadores, representados por sus sindicatos, con las patronales del mismo sector, y reconocidos por el Ministerio de Trabajo. Como tradicionalmente ocurría, produjo agitación en el movimiento obrero ya que esos acuerdos eran de importancia inmediata y de mediano plazo, porque las condiciones de trabajo tendrían vigencia por varios años. Pero la situación había cambiado, el avance en la consciencia y la organización de los trabajadores hacía que le disputaran la hegemonía a la burocracia sindical. Desde el año anterior, se venían formando Las Coordinadoras de Gremios, Comisiones Internas y Delegados en Lucha que extendían su influencia en el ámbito de las fábricas, entre los trabajadores, en los cuerpos de delegados, en las CI y en algunos sindicatos. Mientras que en las discusiones de los Convenios, la mayoría de los “delegados paritarios” eran controlados por la burocracia sindical; en la base la situación era distinta, la mayoría de los “delegados de sección” adherían a posiciones combativas. Entre estos tenían fuerte presencia los militantes del PRT, Montoneros, OCPO y PB. La JTP le daba la extensión territorial y el PRT la contundencia de las grandes fábricas.
El 2 de junio asumió Celestino Rodrigo como Ministro de Economía, su apellido le dará el nombre a las grandes movilizaciones que culminaron con dos huelgas generales el 3 y el 7-8 de julio. El día 5 de junio realizó anuncios, una devaluación del peso del 100 % con respecto al dólar, aumentos en los combustibles del 175 %, en la electricidad del 60 %, e impuso un techo del 45 % en los aumentos de salarios
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El 11 de junio, Domingo Menna escribía en El Combatiente, periódico del PRT, que: “Los recientes cambios en el gobierno y los que sobrevendrán a cortísimo plazo, las últimas medidas económicas, las fisuras en el partido peronista y el desmoronamiento acelerado del frente burgués evidencian con gran crudeza la profundidad de esta crisis [de] carácter nacional que afecta los cimientos mismos del sistema capitalista dependiente y en modo alguno sólo parte de él, como plantean los sectores liberales, populistas o reformistas; la debacle afecta los cimientos del edificio, toda su estructura, y no una dependencia, uno de sus pisos simplemente”.
El 30 de junio, desde temprano comenzaron a concentrarse los trabajadores en la sede de la CGT. Se cantaban estribillos como: ¡El convenio laboral o la huelga nacional! ¡El pueblo, unido, jamás será vencido! ¡Catorcedoscincuenta o paro nacional! Por la tarde llegó una nueva columna textil de Grafa, hacia el mediodía cinco mil obreros movilizados por la Coordinadora de Zona Norte y, desde Ensenada, más de mil obreros de Propulsora. Se formó una comisión integrada por un delegado de cada una de las fábricas presentes que pidió entrevistarse con la dirección cegetista. Como respuesta, el Consejo Directivo de la CGT y las 62 Organizaciones emitieron un comunicado conjunto que hablaba de gestiones ante el gobierno nacional y exhortaba “…a todos los trabajadores a mantener la calma y no prestarse a maniobras confusionistas”. Según el diario El Cronista Comercial, durante toda la jornada llegaron a reunirse 10 mil manifestantes. “Finalmente hablaron un miembro de la Comisión Interna de Astilleros ASTARSA (presumiblemente de Montoneros) y Daniel De Santis, de la Comisión Interna de Propulsora Siderúrgica y dirigente del PRT”.2 Tal movilización era el resultado de los acuerdos alcanzados en el Plenario de la Coordinadora Regional Buenos Aires, celebrado el sábado 28.
En Córdoba, un paro y manifestación lanzados para el 30 por los obreros de las principales industrias, nucleados en la Coordinadora de Gremios Combativos, debió luego ser ratificado por la CGT y las 62 Organizaciones de la Provincia. En La Plata hubo abandono de tareas de metalúrgicos, salud pública y UPCN. En Rosario se produjeron manifestaciones en el centro de la ciudad; paro de brazos caídos en Cura Hnos., Talleres Plecon, Glauco Vázquez SRL; en Cidelmet y John Deere se trabajó una hora menos, se produjo el abandono de las tareas en Petroquímica PASA y en Migra, Daneri y ACINDAR-Rosario nadie entró a trabajar. En las localidades de Fray Luis Beltrán, Granadero Baigorria y Capitán Bermúdez la inactividad fue total.
El 3 de julio, fue el día culminante por la masividad y combatividad de las movilizaciones en todas las grandes ciudades argentinas y, por la independencia respecto de la burguesía y la burocracia con que actuó la clase obrera. Fueron organizadas y convocadas por las Coordinadoras de Gremios en Lucha de Capital, del Gran Buenos Aires, de La Plata y Rosario, por la Mesa de Gremios en Lucha de Córdoba.
Por la noche, el Consejo Directivo de la CGT resolvió citar al Comité Central Confederal para el día siguiente. Éste tomó la decisión de convocar a una Huelga General para el 7 y 8 de julio, que tuvo total acatamiento no sólo del movimiento obrero, sino de toda la población del país. Desde nuestro punto de vista, fue esa la forma que encontró la burocracia sindical para retomar el control del movimiento obrero que había perdido, en las fábricas y en las calles, desmovilizarlo y, a su vez, tener el poder para decidir los cambios en el Gabinete de Ministros.
En estas jornadas no solamente se consumó la derrota del sector fascistoide del gobierno sino, en realidad, de todo el proyecto del peronismo burgués y burocrático, que vivió los meses que faltaban hasta el 24 de marzo en completa agonía y, simétricamente, significó el segundo gran triunfo de las masas obreras y de las corrientes revolucionarias. Nunca antes fueron más representativas y estuvieron tan enraizadas en las masas, principalmente obreras, como en esta coyuntura. La derrota posterior ha hecho desaparecer del recuerdo, de las investigaciones teóricas y de los escritos de algunos ex militantes el contenido profundo de estas Jornadas y sus conclusiones. No es un simple olvido, un bache en la historia, responde a la política trazada por la clase dominante. Como escribió Rodolfo Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”. Después de la derrota de las clases subalternas, las que detentan el poder han masacrado a los rebeldes: así lo hicieron con los esclavos que se sublevaron liderados por Espartaco en Roma, así los hicieron con los comuneros de París, así lo hicieron en todas y cada una de las insurgencias rebeldes que lograron derrotar, por qué iba a ser diferente con el proletariado revolucionario de la Argentina.
El trascendental triunfo de Las Jornadas de Junio y Julio no logró dar el siguiente paso necesario, el de la unidad política del movimiento obrero movilizado, para desde allí acaudillar al conjunto del pueblo. La unidad hubiese permitido mostrar una alternativa clara y única al conjunto del pueblo, objetivo al que apuntó decididamente Santucho el 21 de julio. Montoneros proponía la renuncia de Isabel y elecciones en 60 días; el Partido Comunista, la constitución de un gobierno de amplia coalición democrática cívico-militar. Santucho no se detuvo a hurgar en las significativas diferencias sino que encontró que las tres consignas estaban en el plano de la lucha democrática. Esta percepción de Santucho provenía de su clara visión estratégica que le indicaba que lo fundamental en ese momento era la unidad de los revolucionarios, de la izquierda y para direccionar la más amplia unidad democrática contra el ala fascistoide del Gobierno y los planes golpistas de los militares.
1 Estrella Roja N° 56. Miércoles 9 de julio de 1975
2 Löbbe, Héctor. La guerrilla Fabril. Ediciones Razón y Revolución. Buenos Aires, 2006
* Historiador y militante guevarista. Ex miembro del Comité Central del PRT en 1975. Miembro de la Comisión Interna de Propulsora Siderúrgica de Ensenada y protagonista de las Jornadas de Junio y Julio de 1975. Autor de «La Historia del PRT por sus protagonistas».
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