«La vida de los negros no importa» por Luis Brunetto

A tres años de la desaparición de Santiago, las prácticas represivas estatales políticas y sociales siguen cobrándose vidas entre la población trabajadora. Esas prácticas: ¿Son producto de la degeneración moral de las fuerzas de seguridad, de la carencia de voluntad política para eliminarlas, o existen razones más profundas que las explican? Burguesía, capitalismo y gatillo fácil.

Por Luis Brunetto para Estación Finlandia/

Hace tres años desaparecía Santiago Maldonado, para aparecer muerto varios meses después en la aguas del río Chubut. Solidario con la lucha del pueblo mapuche, contra la apropiación de sus tierras por la burguesía terrateniente nacional y extranjera, por los Benetton y los Ginobili, por los Tinelli y los Lewis, por los Macri y los Lázaro Báez, había decidido transformar esa solidaridad en actividad práctica. La represión de la Gendarmería macrista se lo llevó. El crimen de Santiago tiene un carácter directo como crimen político de estado.

No hace falta describir la cadena de mecanismos que se pusieron en juego para encubrir el crimen estatal. Empezando por las pistas falsas aquí y allá, convenientemente amplificadas por los grandes medios burgueses, los porcentajes de Carrió, etc. Tampoco hace falta enumerar las razones que impugnan los resultados de la autopsia que convenientemente sirvió de apoyo al fallo con que el juez Gustavo Lleral pretendió sellar la impunidad. Ya lo explican bien Sergio y los peritos de la familia, a quien quiera escuchar: el cuerpo de Santiago fue plantado en el río Chubut.

Lo que nos interesa destacar aquí, es el fenomenal mecanismo de monstruosidad estatal al que nos enfrentamos. Una maquinaria perversa que, sin embargo, es un producto lógico. ¿Cuál es la lógica que se encuentra tras esta máquina perversa y de la que esa maquinaria es expresión? La del capitalismo en su decadencia.

El gatillo fácil no es simple “violencia institucional”, como pretende adocenarlo el progresismo bien pensante, es violencia de clase, en manos de un aparato de clase: El estado burgués. Y lo es aquí, y lo es en todas partes. Lo es en EEUU, donde la vida de George Floyd y la de los trabajadores negros vale menos que nada, donde el Black Lives Matter es en realidad una respuesta al hecho de que la la vida de los negros no importa. O en Brasil, donde La carne más barata del mercado es la carne negra, como dejó dicho hace décadas Elza Soares.

Y por supuesto lo es aquí, donde las víctimas de la pandemia del gatillo fácil son también los hijos de la clase trabajadora o quienes toman partido por ellos: Jorge Julio López, Mariano Ferreyra, Santiago, y ahora Luis Espinoza, Lucas Verón, Facundo Castro, o el nuevo chico desaparecido en Lomas de Zamora, Franco Martínez. Víctimas políticas directas o victimas sociales subproducto de la degradación social que representa un sistema que se supervive a sí mismo.

¿Por qué la cantidad de víctimas de la violencia policial en los barrios acomodados es infinitamente menor a la de los que caen bajo las balas o desaparecen en las camionetas de la bonaerense en las villas y barrios trabajadores? Pues, sencillamente, porque el poder de la policía es expresión del poder de una clase sobre otra. La policía, hay que decirlo, controla a los pobres en nombre de los ricos. Y también los mata, como subproducto del entramado delictivo a la que está sometida y del que es una pieza fundamental.

Pero: ¿Cómo se ha producido este fenómeno? ¿Es solamente un resabio de la subordinación de las fuerzas de seguridad a la represión dictatorial? Seguramente, el entramado de bandas militares, de servicios y agentes fue la base de esta degeneración, pero la razón de fondo es la decadencia del capitalismo como régimen económico y social. La tendencia a la caída de la tasa de ganancia es una ley a la que la economía capitalista no se puede sustraer.

Por eso, cada vez más el capital se vuelca a la búsqueda de esferas de inversión que compensen esa caída. El crimen organizado, el narcotráfico, la trata, el tráfico esclavista, las armas, han pasado de ser mercados marginales a convertirse en campo directo de la inversión capitalista. No es casual que Rosario se haya convertido en la capital de narcotráfico al mismo ritmo en que crecía la producción sojera y su negreo, y que las grandes cerealeras se apropiaran también, como Vicentín, de los puertos.

No hay dudas de que el problema es un problema de fondo. ¿Puede la policía reformarse a sí misma? ¿Es, por otra parte, voluntad del “progresismo” en el poder reformarla? ¿Qué hace Berni en el gobierno nacional y popular? Que el que quiera interpretarlo de otra manera lo haga, pero poner a Berni el frente del ministerio de Seguridad bonaerense sólo prueba la voluntad de continuar con la “pedagogía represiva”, como la llama nuestro compañero Brian Magnaghi, con la doctrina Chocobar y con el gatillo fácil. Basta ver el papel encubridor que está jugando el personaje en el caso de Facundo Castro…

Pero, aun cuando existiera la voluntad de liquidar estos mecanismos, no habría forma de hacerlo sin liquidar el régimen del que son expresión y cuya estabilidad política y social garantizan. Por eso, el camino a la liquidación del gatillo fácil y la represión estatal clasista es el camino de la lucha contra el estado burgués. Es un camino, pero hay que comenzar a transitarlo, y abandonar las quimeras progresistas de las soluciones intermedias. La utopía en el mal sentido, en el sentido de lo inalcanzable, no es el socialismo y el gobierno de los trabajadores, sino “el capitalismo bueno”, “con rostro humano”, y todos los etcéteras progresistas.

En ese camino, como ya plantea la rebelión negra nada menos que en EEUU, debemos comenzar a cuestionar la propia existencia de las fuerzas de seguridad. ¿Para quién trabaja la barra brava de Quilmes, de la que formaba parte el chico muerto en el robo que ocupó el centro de la escena mediática por semanas, desplazando a la desaparición de Facundo? ¿Estaríamos más inseguros sin policías?

Los chicos de los barrios obreros, los mapuches, los qom, los negros de este mundo, necesitan un nuevo mundo, sin capitalismo, y sin necesidad de policía.

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