«En las escuelas de Salta no hay ni lavandina», por Guadalupe Luna

La Pandemia impuso en el sistema educativo las condiciones de la virtualidad. Sin embargo, ni el estado nacional ni los estados provinciales se hicieron cargo de los gastos de conectividad de docentes y estudiantes, y los costos de la «continuidad pedagógica» han sido afrontados por las familias y los trabajadores de la educación de su propio bolsillo. En las provincias más pobres, como Salta, esta situación se vuelve aun más dramática, porque a los efectos de la masiva carencia de conectividad se le suman las consecuencias de la postergación histórica del Norte. Aquí, Guadalupe Luna, docente de Tartagal, explica como atraviesan los docentes salteños las inéditas condiciones impuestas por la combinación de la epidemia del Coronavirus y el abandono de los gobiernos.

Por Guadalupe Luna desde Tartagal*/

Esta pandemia dejó al descubierto un sistema educativo completamente obsoleto y carente de las inversiones necesarias por parte del estado. Con ella salió a la luz la situación crítica de las instituciones de enseñanza públicas, que subsistieron y subsisten a pulmón, gracias al esfuerzo de sus integrantes. Ante la suspensión de clases presenciales, se instauró una nueva forma de enseñar y aprender que tiene a la virtualidad como protagonista principal. Pero: ¿Cómo trabajar de forma virtual en lugares donde ni siquiera se cuenta con luz eléctrica? Hay zonas vulnerables que no cuentan con las herramientas necesarias para acceder a la virtualidad, familias que poseen un solo celular para brindar conectividad a varios hijos en la primaria y secundaria, teniendo muchas veces que elegir entre pagar datos o alimentarse.

Existen un millón de problemáticas que se dejaron de lado al exigir conectividad en lugares donde se palpa a simple vista la pobreza extrema, la desnutrición que se lleva la vida de niños y niñas de las comunidades originarias. Mientras el panorama provincial se compone de un saqueo constante y masivo de recursos naturales que solo dejan contaminación, funcionarios que se atornillan a los puestos y rotan de función en función sin hacer absolutamente nada, dirigentes gremiales que tienen causas penales por llevarse el dinero de sus afiliados y tantas otras situaciones vergonzosas. Y eso sin contar los problemas de siempre que tiene el norte, tan profundos que sangran constantemente: La falta de agua, la desnutrición, la falta de luz, el dengue, el zika, la chicungunya, el hantavirus y tantas otras pestes que son, ya, parte trágica del paisaje y la falta de inversión de aquellos que se llevan todo y no dejan nada.

Los docentes de toda la provincia tuvieron que adaptarse y reinventarse para lograr continuar con los procesos de enseñanza y aprendizaje, invirtiendo parte de sus salarios ínfimos para compensar la falta de inversión, recursos y políticas del estado que den solución a las verdaderas necesidades. Colaboración para los insumos de limpieza de la institución o para asegurar que se cumplieran los protocolos de bioseguridad que el estado formuló pero no proveyó. Muchos directivos, fieles a sus convicciones de acatar la ley fuera como fuese, asintieron las órdenes y comenzó el “mangazo” a los padres, madres y tutores.

Lo irónico es que, con instituciones públicas sin público presente, la muy conocida acción de pedir colaboración a la que estamos condenados los docentes para afrontar las miles de millones de necesidades que tienen las escuelas, esta vez se hizo mucho más difícil. Sin público presente, no se pueden vender numeritos de rifa, sacar fotocopias, vender golosinas o cobrar la cooperadora. Por ende, en las escuelas no hay ni un litro de lavandina. Triste pero cierto.

Desde marzo hasta ahora, lo único que hizo el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de Salta, a prueba y error, fue sacar resoluciones que debieron ser modificadas sobre la marcha, consecuencia de la triste combinación entre el desconocimiento sobre la realidad de la propia jurisdicción que gobiernan y la improvisación constante. Parecen no saber que Salta se caracteriza por abarcar muy diferentes realidades, con el interior prácticamente desamparado que se debate entre las ruralidades y la falta de insumos de primera necesidad.

Eso fue lo que pasó, por ejemplo, con la apertura de mesas examinadoras para la finalidad del nivel secundario y técnico, dejando a la deriva a los y las docentes que continúan y continuaran vistiendo el delantal blanco para sacar adelante a miles de alumnos y alumnas que habitan el hermoso suelo salteño. Parece que las resoluciones se hicieron en una burbuja que no permite ver afuera: Frontera permeable, contagio comunitario sin declarar, casos positivos que son negativos mientras un intendente es sospechoso de robo, políticos inaugurando obras que en realidad son “donaciones”, pobreza absoluta de cada vez más sectores, funcionarios que no funcionan, etc.

El Departamento San Martín, por ejemplo, tuvo que abrir las puertas de las escuelas, hacer vaquita entre las maestras para el alcohol, la lavandina y usar a Dios para que cuide la puerta y no deje entrar al COVID-19. Hubo que rogar por la vida de cada docente y cada alumno o alumna que fuera a rendir, porque muchos no cuentan con los medios o la conectividad para realizar los exámenes de forma virtual. El estado también se olvidó de la situación económica de alumnos y alumnas y de las problemáticas sociales que atraviesan.

Y encima, los docentes quedaron huérfanos, ya que los gremios que deben defender sus derechos simplemente se pusieron la camiseta de los que están arriba, sin dejar de descontar la cuota sindical en los sueldos y sin ofrecer ningún tipo de beneficio para los docentes que quedaron sin nombrar, titularizar o simplemente, para sus propios afiliados. ¿Dónde está la plata, se preguntarán ustedes? Pues en los bolsillos de alguna “Patricia”, “Marita” o “Jorgito”, que cambia de apellido en cada uno de los locales sindicales de la Asociación de Docentes Provinciales, pero que están cortados por la misma tijera.

Gobierno tras gobierno, en Salta se prioriza el turismo y la entrega del territorio a la colonización por parte de propietarios privados, especialmente extranjeros. Si ese es el proyecto: ¿Qué importancia puede tener educar a los salteños y salteñas para defenderlo? Aquí, siempre la educación fue el último orejón del tarro.

* Docente de Tartagal y Delegada de Docentes Autoconvocados de Salta.

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