«São Bernardo Do Campo: en la cuna del PT condecoran a Bolsonaro», por Alejandro Acosta desde Brasil

El Municipio de São Bernardo do Campo (SBC) concedió a Jair Bolsonaro, el título de Ciudadano de Honor. La aprobación fue por 17 votos a favor y 2 votos en contra, de los únicos dos concejales del PT. SBC es la cuna del Partido de los Trabajadores (PT) y del lulismo. A días de la segunda vuelta electoral, en esta nota se señalan las causas de la pérdida de popularidad de Lula en Brasil en general y en el proletario distrito que lo vio nacer en particular: el ABCD paulista.

Por Alejandro Acosta desde Brasil/

¿Cómo pasó esto?

Fue allí, en São Bernardo do Campo, donde comenzaron las grandes huelgas metalúrgicas que dictaron la sentencia de muerte de la Dictadura Militar. Fue allí donde se fortaleció el sindicalismo de clase y se puso en crisis terminal al peleguismo* ligado a los militares. SBC había sido un bastión del PT, al igual que todo el ABCD, los municipios más obreros de Brasil.

El PT, durante los gobiernos de Lula y Dilma, cooptó a los dirigentes sindicales y a los principales líderes de los movimientos sociales con cargos y dinero público, abandonando todo lo que se pareciera a la lucha. El resultado fue el repudio masivo y creciente de los trabajadores. El PT y su central sindical, la CUT, no han organizado nada parecido a una lucha seria durante décadas.

Al contrário, con maniobras y trucos propios del peleguismo, han permitiddo grandes despidos en importantes fábricas. El vacío lo está llenando el bolsonarismo, entendido como un movimiento protofascista telúrico, del mismo modo que ha sucedido en varios países europeos. La “izquierda” oficial brasileña, encabezada por el PT, es la principal responsable del desmantelamiento de las organizaciones del movimiento obrero y de los movimientos sociales.

¿Cuál es el papel del bolsonarismo en Brasil?

El bolsonarismo surgió en 2018 como heredero de los protofascistas que en 2013 se echaron a la calle para contener las multitudinarias manifestaciones contra el aumento de tarifas. Recordemos que en ese momento, específicamente después de la brutal represión policial ocurrida el 17 de junio de 2013, comandada por el «democrático” candidato a vicepresidente de Lula, y luego gobernador del Estado de São Paulo, Geraldo Alckmin, la policía estaba, como por arte de magia, fuera de las calles, y los fascistas se apoderaron de ellas.

En 2016 volvieron a ser utilizados para promover en las calles el juicio político a Dilma. En 2018, el mismo movimiento protofascista se transformó en bolsonarismo para promover el mayor fraude electoral en 100 años. Tras el triunfo de Bolsonaro, la presencia de estos grupos protofascistas en las calles fue controlada y muy reducida.

La burguesía financia este tipo de movimientos, pero tiene mucho miedo de generar demasiada polarización en las calles, de donde puedan surgir movimientos revolucionarios antifascistas, como los que comenzaron a aparecer a finales de 2013 y principios de 2014.

Pero la crisis sigue profundizándose. Y este es el combustible no sólo para el crecimiento de la reacción: lo es también para un gran levantamiento de masas. Nuestro papel como revolucionarios es precisamente contribuir a la organización de la lucha en el escenario del próximo período, donde el antagonismo entre la burguesía mundial y los trabajadores tiende a escalar al primer plano.

Los principales institutos de investigación han vuelto a fracasar flagrantemente

Datafolha e Ibope daban la victoria a Lula- Alckmin por una diferencia de 10% a 12% de los votos válidos. IPEC trabajó con 48% a 31%, manteniendo un margen de error de 2%. La diferencia finalmente bajó a aproximadamente un 4%, lo que pone en entredicho la cómoda victoria de Lula- Alckmin en la segunda vuelta.

Las encuestas electorales son uno de los principales mecanismos para imponer el control del proceso electoral desde el inicio. Datafolha, por ejemplo, estimó la abstención en un 3%, ¡un “pequeño” error del 700%! Si consideramos los votos por el abstencionismo en el conteo de la primera vuelta, los votos para Lula- Alckmin fueron el 36% del total y para Bolsonaro el 32,6%, lo que destroza los resultados ofrecidos por las encuestadoras, controladas por la prensa mayoritaria y los grandes grupos de poder.

La prensa burguesa ha trabajado para encontrar justificaciones que nos convencieran de que las encuestas estaban en lo correcto. La migración de votos de Ciro a Bolsonaro, en el último momento, explicaría los errores, que son realmente obscenos. Sin embargo, es el alto abstencionismo el verdadero problema que la prensa burguesa intenta ocultar argumentando la supuesta migración de votos al bolsonarismo.

¿Lulá vencerá?

Evidentemente, el bolsonarismo ya se fortaleció mucho en la primera vuelta y saldrá aún más fuerte en la segunda, mientras la campaña de Lula no pasa de vagas promesas, vendiendo la imagen de un pasado que no volverá porque la situación ahora es muy diferente.

La victoria de Lula- Alckmin aparece como una posibilidad, pero ya no como un paseo. Las últimas encuestas dan la victoria de Lula- Alckmin por 52% a 48%. Si se mantiene la lógica de la primera vuelta, por las razones que sean, la victoria de Lula será muy justa o incluso corre el riesgo de perder.

El perfil de la campaña de Lula- Alckmin ha llevado a su fortalecimiento en la clase media de los principales centros del país, con el bolsonarismo creciendo en los barrios populares. En Río de Janeiro, por ejemplo, Lula- Alckmin ganó en las Zonas Sur y Centro. Las favelas y la Zona Oeste votaron abrumadoramente por Bolsonaro. A partir de sus declaraciones antiaborto, ha procurado además ganar el favor de las iglesias.

Todavía hay ilusiones con la candidatura de Lula, que nunca hay que olvidar que es la candidatura de Lula- Alckmin. Pero: ¿Con quién está Lula en 2022? ¿Quién está detrás de todo el circo electoral? ¿Y con qué objetivos?

¿Cui bono?: ¿quién se beneficia?

Lula- Alckmin en estas elecciones son los candidatos del gobierno de Biden, de la Red O’ Globo y de la Federación de Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp, la organización empresaria de la burguesía paulista).

Para ganar, Lula y la izquierda bidenista necesitan hacer nuevas concesiones a la derecha. Ya lo están haciendo con la “inestimable” ayuda del neoliberal Gerardo Alckmin, que ya ha traído la “pequeña ayuda” de otros notorios derechistas como Fernando Henrique Cardoso y Pérsio Arida, los inventores del Plan Real de los ’90.

El peso de la extrema derecha sobre la derecha tradicional ha creado un vacío. Los peces gordos de la derecha no fueron elegidos: Fernando Collor (PTB), José Serra (PSDB), Joice Hasselmann, Eduardo Cunha, Romero Jucá, Janaína Paschoal y Kátia Abreu. Y como en política el vacío dura poco, Lula- Alckmin están en una carrera para llenarlo.

Si ganan, se verán acorralados por la extrema derecha en todos los ámbitos de gobierno. Y hoy, los recursos son mucho más escasos que en las dos anteriores administraciones de Lula, al mismo tiempo que las presiones de la burguesía y el imperialismo son mucho más fuertes.

El imperialismo yanqui, a partir de la crisis de los nacionalismos burgueses y la centroizquierda, ha avanzado muy rápido en el control de América Latina. Y necesita mantener pacificado su patio trasero para librar sus guerras, principal mecanismo de contención de la la mayor crisis de toda su historia, con tranquilidad.

Por eso, está claro que el resultado es muy conveniente para el imperialismo yanqui, ya sea que gane el democrático y bidenista Lula o el fascista y trumpista Bolsonaro.

Foto: Lula en 1979, dirigiéndose a una asamblea metalúrgica en el estadio Vila Euclides, São Bernardo do Campo, San Pablo.

* «pelego» es un término despreciativo que los trabajadores usan en Brasil para designar al burócrata sindical traidor.

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