Las protestas por el asesinato policial de George Floyd han despertado la solidaridad de los pueblos del mundo entero. La magnitud de las movilizaciones y la violencia de los choques con las fuerzas del orden parecen superar las que caracterizaron a procesos anteriores. Para analizar el proceso que se está desplegando dialogamos con el ex Diputado Provincial bonaerense por el FIT y uno de los responsables de Prensa Obrera, Guillermo Kane, quien vivió parte de su infancia en los EEUU.
Por Redacción/
Estación Finlandia: ¿Cómo se percibe el racismo en la vida cotidiana en los EEUU?
Guillermo Kane: Yo vivía en Los Angeles y por ejemplo en barrios como Compton o como Watts*, donde vive la población afroamericana, y que fueron los que estallaron en 1992 cuando fue la rebelión por Rodney King, veía que las condiciones de vida son mucho más parecidas a las de cualquier barrio popular del conurbano nuestro que a las de la clase media o las clases acomodadas de EEUU. Conocí también compañeros negros que habían formado parte de las luchas de las Panteras Negras, que habían crecido en el Sur, en la época de las leyes de “Jim Crow”*, y que habían vivido los linchamientos y el miedo físico a lo que los blancos podían hacerles a ellos o a sus familias, en cualquier momento. Pero ese racismo no sólo alcanza a la población negra, por supuesto: Me acuerdo de los militantes de un grupo maoísta que habían colaborado en la organización de un grupo de trabajadores migrantes indocumentados de la recolección de naranjas en California, y ese intento de sindicalización terminó con la intervención del FBI y el asesinato de los organizadores. Después otra cosa que me impresionó mucho fue el carácter patriotero y guerrerista de la línea que se baja no sólo a nivel de los medios y de los discursos de gobierno, sino en las escuelas, en los barrios, en cada esquina te diría. Yo vivía allá en la época de la Primera Guerra del Golfo, mi viejo militaba en el movimiento contra la guerra, y por eso tenía conciencia de la línea que se bajaba en el contexto de una guerra que era indisimulablemente una guerra de saqueo imperialista, en función de intervenir en Medio Oriente por el petróleo. Te digo que era una cosa enfermante.
La Primera Guerra del Golfo
EF: El capitalismo entró en un ciclo de crisis en 2008- 09, del que aún no se ha repuesto: ¿Hay un vínculo entre la crisis mundial y el estallido que se produjo por el asesinato de George Floyd?
GK: Está claro que el trasfondo de la explosión que se está dando en EEUU es el de la crisis capitalista, el de la depresión, el de una desocupación de masas que llegó en 3 meses a pasar los niveles que tardó cuatro años en alcanzar durante la depresión que siguió al crack financiero del ’29. Y esto impacta especialmente sobre la población negra y latina, que ocupa los trabajos más precarizados, que no tiene acceso a la salud, menores ingresos promedio, y entonces los indicadores del impacto económico, social y sanitario de la cuarentena son más graves. Los datos dicen que, siendo un 13 por ciento de la población, más del 25 por ciento de las víctimas de la pandemia son afroamericanas. Es claro que hay una crisis general, y que hay un proceso de choques sociales que se están procesando en EEUU, y que el intento bonapartista de Trump no hace más que agravar y agudizar. Trump ha profundizado la línea represiva y racista que viene por supuesto de los gobiernos anteriores, pero a la que él le ha dado rienda suelta.
EF: ¿Y este estallido se produce aisladamente o había ya señales que indicaban que podía haber una explosión de este tipo?
GK: Bajo la Pandemia ya venía habiendo un ascenso huelguístico muy importante, que no se veía desde hace muchas décadas en EEUU, según algunos observadores desde la década del ´30. En general se trata de “huelgas salvajes”, tomadas sin el acuerdo de las direcciones burocráticas de los sindicatos, que más bien han jugado un rol de favorecer la vuelta al trabajo y de extender a todos los rubros posibles el carácter esencial, hubiera o no condiciones sanitarias y de higiene. Pero también se han dado en sectores no tradicionalmente organizados sindicalmente como Amazon, ligados a lo que llaman la gig economy, que sería una especie de economía de changas en lenguaje criollo, trabajo muy precario, o las huelgas de inquilinos y deudores que se niegan a pagar las hipotecas, que no sólo dejan de pagar sino que organizan movimientos reclamando contra los desalojos y la suba de los alquileres. Todo eso te habla del clima de luchas en que se enmarca está rebelión que se inició con las protestas por el asesinato de George Floyd.
EF: El movimiento de protesta negro se reactivó en 2013, en pleno gobierno de Obama, alrededor del movimiento Black Lives Matter: ¿Cambió algo durante el gobierno de Obama? ¿Cómo se empalman estas protestas con aquel ciclo 2013- 14?
GK: Justamente después de la revuelta de Ferguson por el asesinato de Michael Brown y del caso de Eric Garner en Nueva York, que murió en una situación muy parecida a la de George Floyd, surgió ese gran movimiento de lucha que creo que canalizó la frustración con el gobierno de Obama, que siendo el primer presidente negro en EEUU no dio ningún paso en el desmantelamiento del sistema represivo policial y carcelario que, al contrario, en varios sentidos se siguió consolidando. De la misma manera esa decepción tuvo otra expresión en el movimiento de Occupy, que repudió el rescate a los bancos y al gran capital cuando explotó la crisis del 2008, a costa de una gran penuria popular en general, y de los jóvenes y de los trabajadores especialmente. Creo que a partir de ahí hubo un proceso de radicalización y de surgimiento de un nuevo activismo que de alguna manera tiene su nacimiento en este choque con las expectativas que estaban puestas en el gobierno de Obama.
EF: En una nota de Prensa Obrera comparaste estas protestas con las de 1992: ¿Tienen esa dimensión? ¿En que se asemejan y en que se distinguen? ¿Puede hablarse de una rebelión?
La rebelión de 1992
GK: La rebelión actual tiene una dimensión mucho mayor que los levantamientos en Los Angeles del ’92, y muchos la comparan con el ciclo de revueltas de las comunidades negras que hubo a partir del ’68, momento en que hubo un movimiento concatenado de rebeliones a nivel nacional. Creo que esa es una distinción importante. Creo que si son choques y rebeliones, levantamientos directos muy fuertes de la población que incluso tiene un carácter político más marcado, que se ha expresado en consignas como “abolir la policía”, “abolir las prisiones”, y otras consignas más moderadas que se están tratando de instalar para marcarle un límite al movimiento, pero que muestran de todos modos una politización que no tuvieron las jornadas del ’92, que fueron más una explosión social contra un fallo judicial, pero que no llegaron a desplegar un movimiento político.
EF: ¿Puede triunfar la rebelión? ¿Qué elementos deberían desarrollarse para triunfar? ¿Qué límites le ves?
GK: El límite creo que está en que esta rebelión, este movimiento, no tiene una instancia de deliberación, de discusión de una plataforma política o de reclamos, que pueda organizar iniciativas de conjunto, y ese límite lo explotan a su favor especialmente los políticos del Partido Demócrata, que coquetean con las movilizaciones para canalizarlas hacia un choque puramente electoral con Trump, y que cuando fueron gobierno no sólo no modificaron la situación de la población negra sino que en muchos casos la profundizaron. Por ejemplo, con la Reforma Penal que se hizo bajo el gobierno de Clinton, que favoreció el encarcelamiento masivo de la población afroamericana, muy por encima de la proporción que representa en relación a la población total del país.
EF: Trump le ha echado parte de la culpa de las protestas a la izquierda: ¿Qué influencia real tiene la izquierda norteamericana en las protestas? ¿Nos podés dar un panorama de la situación de la izquierda en el país?
GK: La izquierda de EEUU está muy dividida, pero está al mismo tiempo muy metida en las movilizaciones. Lógicamente los grupos de izquierda no son masivos, es un país muy disperso en cuanto a su población y muy difícil de abarcar para las organizaciones, pero el problema estratégico más grande que enfrenta la izquierda es que no logra constituirse de manera separada del Partido Demócrata. De alguna manera hay una nueva ola de cooptación encarnada por el movimiento alrededor de Bernie Sanders, los Demócratas Socialistas de América, que ha explotado el colapso de numerosas organizaciones de izquierda, pero que también ha sumado a muchísimos nuevos militantes. Entonces me parece que, si bien la izquierda norteamericana es amplia, tiene organizaciones de base, presencia en el movimiento sindical, barrial, estudiantil, lo que no tiene es una organización política independiente. Y eso se nota mucho en este movimiento, al que no le imprimen ninguna iniciativa política de conjunto los grupos de izquierda que están interviniendo.
EF: Pero estas protestas no parecen encuadrar en la estrategia de la izquierda demócrata de Sanders, de luchar «desde adentro» del PD: ¿Creés que pueden precipitar una crisis de esas tendencias? ¿Puede reaparecer la cuestión del tercer partido?
GK: Las consignas que plantea el movimiento, como la de “abolir la policía”, están fuera del alcance de las reformas que impulsa la izquierda del PD. De hecho, una de las últimas propuestas que ha hecho Bernie Sanders, incluye un aumento general de sueldos a los policías. Esto ya está produciendo choques políticos dentro del propio movimiento. La regional Los Angeles del movimiento Our Revolution, que es el grupo político directo de Bernie Sanders, rompió con el PD y con el propio Sanders llamando a constituir un tercer partido. Entonces me parece que en la experiencia política que se tiene por delante, estos choques entre el activismo de trabajadores y jóvenes que están en un camino de radicalización creciente, por un lado, y el intento de cooptación del movimiento por parte del PD, por el otro, van a llevar posiblemente a la formación de nuevas organizaciones políticas.
EF: Durante el año pasado se desarrollaron importantes procesos de movilizaciones y rebeliones en Latinoamérica, Europa, etc, que por su propia dinámica pero también por efecto de las medidas sanitarias para combatir la Pandemia, parecen haberse estabilizado: ¿Qué impacto pueden tener estas protestas en el desarrollo de esos procesos?
GK: Creo que la rebelión norteamericana muestra que esa tendencia al ascenso de las movilizaciones de masas que se vivió durante 2019 en Francia, Chile, Ecuador, en varios países del Medio Oriente, sigue su curso a pesar de esa interrupción. El recrudecimiento de la crisis capitalista y el impacto de la Pandemia sobre ella demuestran que no han sido resueltas las contradicciones que llevaron a estos choques de masas. Qué esta rebelión se produzca en el país que es a la vez la principal potencia imperialista, el centro de la crisis capitalista mundial y también de la eclosión del Covid- 19, es una señal a los pueblos del mundo entero sobre el camino que hay que elegir para ajustar cuentas con los gobiernos de cada país, con las clases dirigentes que pretenden descargar la crisis sobre nuestras espaldas, y al mismo tiempo sobre la debilidad que tiene esta potencia que es la que nos impone el pago de la deuda externa, los planes de austeridad, y que actúa como policía del mundo. Ya las movilizaciones de solidaridad con la rebelión en EEUU están tomando en algunos países carácter de masas y de choques con el propio estado local. Así que me parece que el buen ejemplo de la rebelión norteamericana ya se puede estar contagiando.
* El barrio de Watts fue centro de una de las principales revueltas negras que se desarrollaron en EEUU durante 1968.
* Las leyes de “Jim Crow” fueron leyes segregacionistas adoptadas por iniciativa del Partido Demócrata en 1876, 11 años después de finalizada la Guerra de Secesión, y que rigieron hasta 1965, cuando la lucha del Movimiento por los Derechos Civiles impuso su derogación. Jim Crow era un personaje usado peyorativametne para referirse a la población afroamericana.
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