El 9 de noviembre de 2002, el Diario Río Negro publicó un reportaje a Osvaldo Bayer, bajo el título «Cosas que me pasaron». En el reportaje, Don Osvaldo recordaba negativamente su relación con Horacio Verbistky durante el período en que compartieron redacción en el Diario Clarín. La respuesta de Verbitsky no se hizo esperar, y a ella siguió esta nota de Osvaldo, lapidaria. Todavía Verbitsky respondería a este artículo con una nota titulada «Los insultos de Osvaldo Bayer»: Casi una confesión que releva la prueba, vista la coherencia política y moral del «insultador», frente a un «insultado» cuyo prestigio ya corroído ha quedado en la picota después de confesar, casi vanagloriándose, haber pasado por el «vacunatorio Vip» del Ministerio de Salud de la Nación.
Por Osvaldo Bayer para el Diario Río Negro, 04- 01- 2003/
Horacio Verbitsky ha publicado en este diario una carta donde trata de desmentir algunos de los recuerdos de mi vida periodística que volqué en un reportaje del «Río Negro». En su carta, Verbitsky falta a la verdad en forma cínica y acomodaticia. Yo puedo demostrar lo que sostuve. El trata de darse una figura de periodista sacrificado y que se la pasaba en la calle buscando información. Yo, en cambio, lo veo siempre en el despacho del entonces secretario general de redacción de «Clarín», Octavio Frigerio, después funcionario justicialista, llevando y trayendo, mientras los viejos redactores del diario éramos aislados y destinados a recibir el telegrama de despido. Verbitsky aparecía en ese momento del diario como el modelo.
Después, años más adelante lo encontraría en otros pasos de su carrera, de montonero a una figura «políticamente correcta». Para desmentirme cita una carta que le envié. Las citas son cortadas, porque no pone -y eso es lo esencial- el porqué de mi carta. Esa tuvo un fin profundamente humano. El la utiliza para poder corroborar su mentira. No entendió nada o aprovecha sólo lo que le conviene. Pero a partir de esta experiencia, tenga la seguridad el señor Verbitsky de que jamás le escribiré una carta ni le daré la mano.
A Horacio Verbitsky le tuve simpatía porque era el hijo de mi amigo, el novelista
Bernardo Verbitsky, compañero de la redacción del viejo diario «Noticias Gráficas», en la década del cincuenta. Lo recuerdo a Horacio, cuando tenía 15 años y visitaba esa redacción. Su padre me demostró ser un amigo fiel y concurrió a la «última cena» que me dieron los amigos en la postrera noche antes de marchar al exilio, por «La Patagonia Rebelde». Bernardo fue junto con don José Barcia, quien había sido director de «Noticias Gráficas» y un gran amigo. Fueron pese al peligro que representaba eso de dar una cena a un perseguido.
Pero la experiencia sobre Horacio Verbitsky me iba a ir decepcionando. No ya su prólogo a la Aeronáutica ni sus cambios políticos camino a la derecha y hacia la Fundación Ford sino su actitud de «Denunziant» (aplico la palabra alemana porque describe en toda su bajeza esa actitud) ante sus propios ex compañeros del Movimiento Todos por la Patria. Recuerdo lo que hizo con el sacerdote Antonio Puigjané a quien, cuando cayó preso, lo llamó cobardemente «cura lumpen». Atacar a un perseguido en el mismo momento en que iba a comparecer ante un tribunal de jueces premeditadamente enemigos, es una cobardía, una falta de toda grandeza, es ser sirviente de los que poseen el látigo y de los uniformados. Ser denunciante es ocupar el último lugar en la escala de la dignidad y de la ética.
Pero tal vez la acción más pequeña, más cicatera de Verbitsky fue la de atacar
demagógicamente a los dos jóvenes a quienes les había detonado un explosivo en el auto en el que viajaban y con el cual, aparentemente, iban a cometer un atentado. Uno de esos jóvenes perdió un brazo y se estaba desangrando en su detención. Fue ahí que el ex montonero Verbitsky publicó las líneas denunciantes sin tener pruebas; fue un verdadero servicio (en los dos sentidos) para nuestra Justicia corrupta. Hace muy poco, en un acto público, la madre de ese chico tomó la palabra y se refirió a lapérfida e interesada acción de Verbitsky respecto de su hijo detenido y herido. Lo calificó con mucha tristeza de malo, aprovechador y siniestro. Esa madre me dio admiración y simpatía. Ella sabe muy bien el peligro que corría, pero no quiso callarse.
Al parecer, Verbitsky quiere destruir todo movimiento liberador. Lo comprobamos en las dos páginas con las que atacó a las Madres por el motivo de que en años de la dictadura visitaron al embajador de Estados Unidos. Si Verbitsky, siendo montonero,hubiera desaparecido en esos años, su madre también hubiera ido a visitar al embajador norteamericano, que no le quepa la menor duda. Atacar a las Madres, atacar a su universidad llamándola «academia», demuestra quién es en realidad Verbitsky. Las Madres se podrán equivocar pero seguirán siendo las heroínas del pueblo, los personajes más épicos de nuestra historia, pese a lo que puedan decir sus pequeños enemigos. Esta campaña de Verbitsky dio otro ejemplo en el ataque que ha tenido contra el luchador James Petras, al acusarlo falsamente de «vivir en una confortable casa de Boston». Es que usa el método de «tirar barro, tirar barro que alguna mancha queda».
La contestación de James Petras a Verbitsky es toda una lección de humildad y
honestidad. Es la palabra de un luchador honesto que deja desnudos a quienes van revisando la basura para ver si encuentran acusaciones contra los luchadores eternos.
Pese al poder que ostenta Horacio Verbitsky, les señalo a los lectores que nunca me callaré la boca. Además, la diferencia de conductas de vida muestra dónde está la verdad.
* «Cosas que me pasaron»: Reportaje a Osvaldo Bayer publicado en Diario Río Negro el 09- 11- 2002:
http://www1.rionegro.com.ar/arch200211/c09j03.html
—
«Cosas que me pasaron», reportaje a Osvaldo Bayer en el Diario Río Negro http://www1.rionegro.com.ar/arch200211/c09j03.html